El complejo industrial de Kaesong, en Corea del Norte, simboliza desde hace tiempo las esperanzas de paz y unidad en la península de Corea. Inaugurado en 2004, albergaba fábricas surcoreanas que empleaban a trabajadores norcoreanos. La producción conjunta avanzó con dificultad hasta 2016, cuando Corea del Sur apagó las luces en respuesta a los avances del programa nuclear norcoreano; los intentos posteriores de reiniciar el proyecto fracasaron. Este mes, Kim Jong Un, el dictador de Corea del Norte, dejó en claro que no tiene futuro al volar las carreteras que conectan Kaesong con el sur.
La destrucción de carreteras es solo una señal de las crecientes tensiones en la península de Corea. Corea del Norte ha fortalecido sus vínculos con Rusia, enviando aproximadamente 11.000 tropas para ayudar a Vladimir Putin a librar una guerra contra Ucrania; Corea del Sur teme que Putin proporcione a cambio misiles o tecnología nuclear sensibles. El 31 de octubre, Corea del Norte probó un misil balístico intercontinental por primera vez en casi un año, que tuvo su tiempo de vuelo más largo hasta el momento. También podría realizar una prueba nuclear en vísperas de las elecciones estadounidenses de la semana próxima. De manera menos visible, pero no menos siniestra, durante el último año Kim ha revertido décadas de doctrina oficial al declarar que las dos Coreas no son un único pueblo dividido, sino estados separados y hostiles.
Yoon Suk Yeol, presidente de Corea del Sur, también ha establecido una política de mano dura hacia el Norte. Los canales de comunicación se han enfriado. Las provocaciones de bajo nivel han proliferado. Corea del Sur reanudó las transmisiones de propaganda anticomunista dirigidas a los soldados norcoreanos a lo largo de la frontera, mientras que Corea del Norte ha enviado globos llenos de basura a Corea del Sur. Todo esto sugiere que el enfrentamiento en la península ha entrado en una nueva fase peligrosa.