Aunque la noticia superficial gira alrededor de un candidato presidencial acudiendo al voto de un partido minoritario, el verdadero hecho político va mucho más allá de eso. Incluso, si uno lo analiza en dinámico, podríamos estar ante lo que podría ser el final del bipartidismo histórico reinante en los Estados Unidos con Donald Trump.
El Político
El expresidente y actual candidato Donald Trump se dirigió a la platea libertaria y les hizo una invitación. Ruda, en sus modos, pero invitación al fin: les preguntó si quieren ser parte de su gobierno o si desean volver a tener un desempeño testimonial con un 3%, que incluso podría terminar siendo cómplice de una reelección demócrata.
Para hacerlo interesante, Trump aseguró que habría algún lugar en el gabinete para un dirigente del Libertarian Party y que varios de sus miembros pasarían a ser funcionarios de su eventual segunda administración. Como si fuera poco, lanzó varios guiños al público libertario, como el compromiso de no inmiscuirse en las monedas digitales privadas desde el gobierno.
Este inédito escenario obliga a unas conclusiones necesarias. Si Donald Trump recurrió a esta estrategia es porque considera que, si no lo hace, puede perder más de lo que podría llegar a ganar sin el acuerdo. Es un hombre de negocios que no regala ministerios ni puestos jerárquicos porque sí.
También hay que hacer referencia al incremento de la influencia del libertarianismo en el mundo, fenómeno que tiene mucho que ver con el surgimiento de Javier Milei en Argentina. Finalmente, es muy interesante el desafío que se le presenta a un partido minoritario, testimonial, que tiene una oportunidad y un riesgo por delante. Quedarse cómodo en la torre de marfil de los principios o influir directamente en el proceso político de los Estados Unidos, metiéndose en el “barro” al que Milei suele hacer referencia.
Solamente los libertarios alrededor del mundo nos imaginamos lo acaloradas que serán estas discusiones internas por el norte. Sin ir más lejos, y sin ninguna invitación al gabinete, las tuvimos aquí en la elección del presidente argentino. Algunos argumentamos que debíamos apoyar su candidatura y otros se negaban por temor a que el proceso fracase y “el liberalismo quede pegado”. A cinco meses de gestión, hay que decir que los escépticos hoy, en su mayoría, apoyan también el rumbo del gobierno, al que defienden permanentemente, sin perder la necesaria y valiosa crítica constructiva.
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