Esta semana, Río de Janeiro, Brasil, se convirtió en el epicentro de la diplomacia global con la llegada de varios jets diplomáticos para la reunión preliminar del G20. Ministros de Relaciones Exteriores de los principales países del mundo se dieron cita para discutir asuntos cruciales.
El Político
Uno de los protagonistas fue Sergey Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores de la Federación de Rusia. Lavrov, histórico político y defensor constante de la controvertida invasión de Ucrania desde 2014, arribó a Río a bordo de un imponente cuatrimotor Ilyushin IL-96 del estado ruso. Su viaje incluyó escalas estratégicas en Cuba y Venezuela.
Según informa nuestro medio asociado en Brasil, Aeroin, tras la reunión del G20 que se celebrará en noviembre en Río, Lavrov tenía previsto viajar a Brasilia.
Este recorrido sería opuesto al realizado por su homólogo estadounidense, Antony Blinken, quien también visitó la región. El objetivo: aprovechar su estancia en Brasil para reunirse con el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva.
Sin embargo, este encuentro estuvo al borde de la cancelación, como reveló la revista Valor Económico. La razón detrás de esta incertidumbre está relacionada con Estados Unidos. Dado que Lavrov es una figura clave en el gobierno ruso y un firme defensor de la invasión de Ucrania, enfrenta sanciones impuestas por los estadounidenses.
Estas sanciones no solo afectan a Lavrov como individuo, sino también a las empresas que le brinden servicios. En particular, los proveedores de combustible que atiendan cualquier aeronave utilizada por Lavrov podrían enfrentar sanciones y quedar excluidos de hacer negocios con los EE.UU., incluyendo a las empresas privadas estadounidenses.
La presencia de Lavrov en Río de Janeiro no solo marca un momento diplomático crucial, sino también pone de relieve las tensiones internacionales y las complejas relaciones entre las naciones. El mundo observa con atención mientras las sanciones y las estrategias geopolíticas se entrelazan en este escenario de alto nivel.