El partido político Alternative für Deutschland (AfD, Alternativa para Alemania) vio la luz el 6 de febrero de 2013. Fue creado por Bernd Lucke, profesor de Economía de la Universidad de Hamburgo, Konrad Adam, ex periodista del Frankfurter Allgemeine Zeitung y dos ex miembros de la Unión de Centro Democrático (CDU), Alexander Gauland y Gerd Robanus.
Pedro von Eyken
Desde su fundación, la AfD ha procurado desvincularse de la extrema derecha y, en principio, busca acercarse al liberalismo clásico. Como aspectos centrales de su ideología se consideraban nacional-conservadores, euroescépticos más que antieuropeos (por su rechazo del Euro) y contrarios a una inmigración demasiado abierta como la que Alemania vive desde 2015, a partir de la decisión de Angela Merkel de permitir el ingreso de más de un millón de refugiados. Sus detractores le agregan condimentos más extremos y políticamente incorrectos, como la xenofobia, su apoyo a Rusia (y el consecuente abandono de Ucrania) y el antisemitismo.
En la plana mayor de AfD, sus tres caras más visibles son:
Presidente honorario, Alejandro Gauland, nacido en 1941 en Chemnitz (ex RDA), doctor en derecho, político y periodista. Luego de pertenecer durante más de 40 años a la CDU (la Democracia Cristiana), fue uno de los fundadores de AfD.
Vocero-Presidente Federal, Tino Chrupalla, nacido en Weißwasser (también ex RDA) en 1975, maestro en pintura artesanal. Desde 2017 es miembro de la bancada parlamentaria de AfD del Parlamento Federal, elegido directamente por Görlitz, ciudad situada al sur de Weisswasser.
Vocera-Presidenta Federal, Alice Weidel, nacida en 1979 en Gütersloh, del estado federado occidental de Renania del Norte-Westfalia, es economista y empresaria.
Los dos últimos comparten el liderazgo, son los más representativos y poseen el perfil más alto. En la actualidad, AfD es el partido de extrema derecha más influyente de Alemania, con 83 escaños en el Parlamento Federal y 11 eurodiputados. Su fundación política es la Desiderius Erasmus y el partido se identifica con el color celeste. Las estimaciones actuales le conceden alrededor del 23 % del electorado, muy por encima del 10,3% que obtuvo en las últimas elecciones federales de 2021. Sus principales bastiones se hallan en el Este, en los estados federados de Brandeburgo, Sajonia y Turingia. Allí las encuestas lo muestran como el partido más popular. En todo el Este, incluido el antiguo Berlín Oriental, la AfD logró en 2021 un porcentaje de votos promedio que dobla lo obtenido en Alemania Occidental, aunque en términos absolutos los estados federados de la parte occidental todavía representaron casi dos tercios de los votos de las elecciones federales de 2017.
Si se abre la página web del partido AfD y se cliquea “Über uns” (Sobre nosotros), aparece el siguiente título y su bajada:
Coraje para Alemania. Ciudadanos libres, no súbditos.
Somos liberales y conservadores | Somos ciudadanos libres de nuestro país | Somos demócratas convencidos
Al buscar sus principios y orientación política con más detalle, he comprobado que en la página web afd.de que solía consultar, ha sido prohibida la difusión de toda información sobre programas y plataformas. En cambio, se mantiene en las redes Instagram como afd.bund y Twitter o X como @AFD. Conviene tener presente que en 2021 el partido fue puesto bajo vigilancia por la inteligencia de la Oficina Federal de Protección de la Constitución, organismo que vela por el cumplimiento de la prohibición de crear agrupaciones políticas extremistas, debido a las nefastas consecuencias que dejó el nazismo. De todos modos, en términos generales, la AfD busca limitar la inmigración, sacar a Alemania de la Eurozona y de la Unión Europea y restaurar el uso del marco alemán. Obtuvo un 10.3% en las elecciones federales de 2021, con 83 escaños en el Bundestag (Parlamento Federal). Además dispone de 11 eurodiputados. Su fundación es la Desiderius Erasmus y se le identifica con el color celeste.
El target de AfD es una creciente porción del electorado que se muestra insegura con el aumento de la inmigración, le incomoda que Alemania suministre armas a Ucrania y está exasperada por las extensas e intrincadas disputas del gobierno sobre planes climáticos, que podrían costar a los ciudadanos su modesto pero cómodo modo de vida. Si la tendencia se mantiene, la AfD podría representar la amenaza más seria para la política alemana tradicional desde 2017, cuando se convirtió en el primer partido de extrema derecha en entrar en el Parlamento Federal desde la Segunda Guerra Mundial. Es un aumento sorprendente para un partido por el que muy pocos apostaban hace más de un año, según los medios, luego de hundirse en las elecciones nacionales. AfD refleja el malestar de un país en una encrucijada que se va complicando para la coalición gobernante.
Al resto de electorado moderado no parece agradarle el crecimiento de la ultraderecha. A fines de enero último, entre 250 y 300.000 personas de toda Alemania salieron a las calles tras haberse revelado que miembros de AfD participaron en una reunión secreta para debatir la deportación masiva de refugiados y ciudadanos alemanes de origen extranjero si llegaran al poder. Las multitudes se mostraron a favor de la democracia y contra AfD. Estas protestas fueron convocadas por sindicatos, asociaciones civiles y los partidos Verde y Socialdemócrata. Para el líder de la conservadora Unión Demócrata Cristiana (CDU), Friedrich Merz, esas manifestaciones fueron alentadoras.
Cuando fue elegida en 2021, la coalición de tres partidos de Olaf Scholz prometió conducir a Alemania a una transformación dolorosa pero necesaria. Sin embargo, el país se sumió en una profunda incertidumbre por la invasión rusa de Ucrania. Al principio, el gobierno parecía vencer a los peores pronósticos cuando los aliados de Alemania elogiaban la promesa de sustituir el pacifismo de posguerra por una revitalización militar y se encontraron rápidamente alternativas al gas ruso, más barato. No obstante, Alemania entró en recesión, las cifras de migración alcanzaron máximos históricos, impulsadas por los refugiados ucranianos y en la coalición comenzaron luchas internas para retomar el rumbo definido para el país antes de la guerra.
El internacionalista argentino Carlos Pérez Llana, en un interesante artículo publicado el 6 del corriente mes en “Clarín”, sostuvo que hay cuatro geografías donde tienen lugar los acontecimientos más importantes del mundo: Estados Unidos, Ucrania, Alemania y Medio Oriente. Respecto de Alemania, señaló que “el motor de la economía europea padece una anemia preocupante. En el 2023 el PBI se contrajo y ello se explica por el retroceso de la industria, debido particularmente a las implicancias de haber suspendido las compras de gas ruso; a la suba de las tasas de interés y a la caída del gasto público. Además, el freno al endeudamiento, impulsado por el Tribunal Constitucional, hizo lo suyo en nombre de un ‘fundamentalismo del desendeudamiento’. Pero más allá de la economía, el problema central de Alemania es político. El pesimismo germano hoy se expresa en el crecimiento del partido Alternativa Alemana que se está perfilando como una opción electoral impensable. Suma apoyos en los sectores rurales, que cuestionan las políticas medio ambientalistas europeas, expresan un fuerte sentimiento anti inmigraciones, se oponen a la ayuda a Ucrania y recientemente han cuestionado la pertenencia a la Unión Europea. En estas condiciones, el papel de liderazgo moderador de Berlín pareciera estar perdiendo fuerza, una inimaginable y peligrosa situación que afecta al sistema de equilibrios regionales.”
Comparto los conceptos transcriptos precedentemente. Primero, por la debilidad que parece demostrar día a día la “Ampel Koalition” o “coalición semáforo”, que se integra con el rojo de los socialdemócratas, el amarillo de los liberales y el verde de Los Verdes. Evidentemente, el Canciller Federal Olaf Scholz y sus socios no terminan de encontrarle la vuelta al curso de la nave insignia de la Unión Europea, que parecería alejarse cada vez más del liderazgo que poseía hasta no hace mucho.
Recientemente asistí a una reunión de amigos a la que invitamos a un alemán, representante en Argentina de una fundación política, que comentó sus impresiones sobre una reciente visita a Alemania, bastante coincidentes con las de Pérez Llana y con una novedad. Nuestro invitado reiteró las prevenciones que ya le conocemos sobre la ideología y principios rectores de la “Alternativa para Alemania”, que no le gusta nada, con un agregado novedoso: AfD podría perder votos en manos de un partido político de izquierda con elementos de la ultraderecha, fundado recientemente: la “Bündnis Sahra Wagenknecht”, BSW, o Alianza Sahra Wagenknecht. Se podría estar hablando de un giro de la izquierda a la derecha con votos escindidos de la AfD. Toda una novedad política y electoral.
Sahra Wagenknecht es esposa del veterano político del Sarre Oskar Lafontaine, que fue originalmente socialdemócrata y luego emigró la izquierda más radical de “Die Linke” (La Izquierda, equivalente a la “Izquierda Unida” de España). La inquieta historia política de Lafontaine fue así: en marzo de 1999 renunció al partido de los ex Cancilleres Federales Willy Brandt, Helmut Schmidt y el Canciller de entonces, Gerhard Schroeder. En 2005 unió el partido “Alternativa Electoral Trabajo y Justicia Social” (WASG, por sus siglas en alemán), con el “Partido del Socialismo Democrático” (PDS), del Este de Alemania, heredero del Partido Socialista Unificado o comunista de la antigua RDA. Formó así el partido “La Izquierda”. Con ese paso Lafontaine culminó también su carrera política. Su esposa, Sahra Wagenknecht y otros miembros de La Izquierda en el Parlamento iniciaron la nueva formación política con ideas políticas controvertidas. Esta facción de la izquierda ya se inscribió en el registro de asociaciones de la ciudad sureña de Karslruhe y aspira a comenzar su vida política este año frente a las elecciones europeas y a las próximas elecciones estaduales. La nueva alianza posee una característica poco usual en Alemania: denominarse con el nombre de su líder. La convierte, a los ojos de los alemanes, en una especie de club de fans de Sahra Wagenknecht, devenida la política del momento. Esta agrupación defiende a los trabajadores con postulados que recuerdan la ultraderecha de la AfD y crece en las encuestas.
En realidad, lo que hicieron la señora Wagenknecht y los otros miembros escindidos de La Izquierda fue crear una considerable fractura en la izquierda alemana. El grupo restante carecería de la necesaria fuerza parlamentaria y esto llevaría a dos nuevos grupos, que, divididos, recibirían menos fondos y capacidad de intervención en el Parlamento. Según otros analistas políticos alemanes, Sahra Wagenknecht apunta a ganarse votantes de clases medias y empresarios disconformes con la fuerte recesión que sufre Alemania. Las posiciones políticas de BSW incluyen fuertes restricciones a la inmigración, la desglobalización, la oposición a las políticas verdes, el fin de la ayuda militar a Ucrania y un acuerdo negociado con Rusia. La BSW critica el envío de armas a Ucrania y culpan a la OTAN por agravar el conflicto. En cuanto al conflicto de Medio Oriente, Wagenknecht sostiene que la Franja de Gaza es una «prisión al aire libre».
Nuestro amigo alemán, con su relato de la semana pasada, complementado con la búsqueda de más datos por el autor de estas líneas, introdujo un factor político que podría complicar más la vida política de la antigua locomotora industrial europea. El posible crecimiento de la Alternativa para Alemania, que dio origen a este artículo, podría perder su condición de novedad excluyente en el panorama electoral.