Cerca de Silicon Valley, en las afueras de San Francisco, se registró el encuentro entre Joe Biden y Xi Jinping.
El Político
Los presidentes, que no estrechaban manos desde la cumbre del G-20 en Indonesia, han vuelto a hacerlo, esta vez en suelo estadounidense.
La cronometrada reunión de cuatro horas se dio, este miércoles, al margen de la cumbre de líderes del Foro de Cooperación Económica Asia – Pacífico (APEC).
Xi y Biden se vieron frente a frente, sonrieron para las cámaras y, más tarde, ingresaron al salón en el que les esperaban sus respectivas delegaciones.
Los jefes de Estado (y sus acompañantes) han conversado sobre formas amables de reconducir las golpeadas relaciones entre Washington y Pekín.
Se trata de un esfuerzo titánico, que las partes parecen encarar con optimismo y buena voluntad.
“Una sola China”
Parte de la agenda estuvo dominada por temas geopolíticos, como la independencia de Taiwán.
La administración de Joe Biden reconoce a Xi Jinping como el único mandatario legítimo de China, pero también respalda a las autoridades de la nación insular.
La isla, reclamada por el gigante asiático como parte de su territorio, ha generado roces entre la Casa Blanca y su contraparte china.
El año pasado, una visita de Nacy Pelosi (para ese entonces presidente de la Cámara de Representantes del Congreso) colmó la paciencia de Pekín.
La legisladora se presentó, con toda pompa, en Taiwán. Tras la aparente afronta, China suspendió su contacto militar con Estados Unidos.
Ahora, las partes desean retomar la comunicación, pero Xi Jinping quiere cerciorarse de que Washington suscribirá, sin condiciones, la política de “una sola China”.
China, Irán y Hamás
A través de su apertura comercial, China ha empezado a abrazar a Oriente Medio.
Irán, una de las naciones más emblemáticas de esa subregión, guarda estrecha relación con Pekín.
En 2021, por ejemplo, la República Islámica y la República Popular firmaron un convenio por 25 años.
Con el trato, tanto China como Irán se comprometieron a fortalecer sus contactos y a trabajar en aras de las “inversiones recíprocas”.
Consciente de ese hecho, Joe Biden ha acudido a Xi Jinping. Al demócrata le interesa que su homólogo comunista apele a su influencia.
China podría disuadir a Irán de no sumarse al conflicto entre el Estado de Israel y el grupo terrorista islámico Hamás.
Washington, aliado sin cortapisas de la nación judía, busca que el país hebreo logre sus objetivos militares en Gaza, sin que ello implique una confrontación de mayor calado.
China: la contención de Rusia
La guerra entre Rusia y Ucrania es otro gran tema que preocupa a la Casa Blanca.
Tras casi dos años de conflicto, esa conflagración luce estancada.
Ninguna de las partes tiene avances notables y, sin embargo, ninguna de las partes parece dispuesta a parar.
Joe Biden, quien respalda al gobierno de Volodímir Zelenski, sabe que China tiene poder de interlocución con Moscú.
Xi Jinping tiene acceso a Vladímir Putin y, con ello, funciona como el muro que contiene al presidente ruso.
Putin, quien suele recordar que su país es una nación con capacidad nuclear, no ha apretado el botón.
La inacción en tal sentido no responde únicamente a un aparente deseo de no llevar el conflicto a otras dimensiones.
Desde el año pasado, China, que dice entender los motivos de Rusia para invadir Ucrania, ha dejado claro que la opción nuclear no es una solución.
Apelar a esa salida representaría entonces una línea roja que, de ser cruzada, haría que Pekín replanteara su sociedad con los rusos.
China… La potencia
En una era en la que autopercibirse está de moda, China se ve a sí misma como una potencia.
Por ese motivo, Xi Jinping recordó a Joe Biden que “el planeta es lo bastante grande para los dos”.
Aunque entre líneas, el mandatario chino dijo a su par estadounidense que su país exige ser tratado como el gigante que es en términos geográficos, económicos, militares y tecnológicos.
Tras lanzar el dardo, Xi disparó otro más. El gobernante reconoció que Estados Unidos tiene sus ideas y modelos, pero defendió que en Asia hay otro “hecho en China”.
La idea quedó clara cuando el presidente dijo a su interlocutor norteamericano: “no es realista que ninguno de nuestros países trate de remodelar al otro”.