El partido polaco Ley y Justicia (PiS) obtuvo una estrecha ventaja en las elecciones generales del domingo, según los sondeos a boca de urna, pero el progresismo parecía haberse asegurado la mayoría, abriendo la posibilidad de poner fin a ocho años de gobierno nacionalista.
El Político
El sondeo a pie de urna de Ipsos otorgaba al PiS el 36,8% de los votos, lo que se traduciría en 200 de los 460 escaños del Parlamento. Los partidos de la oposición, liderados por la liberal Coalición Cívica (KO), obtendrían 248 escaños, con un 31,6% de los votos.
El líder de KO, el expresidente del Consejo Europeo Donald Tusk, de 66 años, se ha comprometido a mejorar las relaciones con Bruselas, tensas bajo el mandato del PiS por numerosos enfrentamientos en asuntos como la independencia judicial, los derechos de los homosexuales, bisexuales y transexuales y la inmigración.
"La democracia ha ganado. Este es el fin del gobierno del PiS", dijo un exultante Tusk a sus correligionarios el domingo por la noche.
Ante la guerra en la vecina Ucrania y la crisis migratoria que se avecina, la Unión Europea y Washington han seguido de cerca la votación, aunque tanto el PiS como la principal formación opositora apoyan el papel clave de Polonia, miembro de la OTAN, en la prestación de apoyo militar y logístico a Kiev.
Si los resultados oficiales confirman los sondeos, Tusk y sus aliados del centroderechista Tercera Vía y de Nueva Izquierda podrían tener que esperar semanas o incluso meses antes de tener turno para poder formar gobierno.
El presidente Andrzej Duda, aliado del PiS, ha dicho que daría la primera oportunidad al partido ganador, liderado por el primer ministro, Mateusz Morawiecki. Sin embargo, como el ultraderechista Confederación sólo obtuvo un 6,2%, por debajo de las expectativas, tendrá pocos aliados obvios, según los expertos.
Además de su historial democrático, que según los críticos ha erosionado los controles y equilibrios básicos, se acusa al PiS de polarizar profundamente a Polonia.
Había planteado las elecciones como una disyuntiva entre la seguridad frente a una inmigración sin restricciones, que dice que apoyan sus oponentes, y una creciente occidentalización que considera contraria al carácter católico de Polonia.
Como reflejo del creciente descontento en el país del antiguo bloque soviético por lo que, según los críticos, ha sido un retroceso en las normas democráticas y los derechos de la mujer, por un lado, y el costo de la vida, por otro, la participación pareció alcanzar el nivel más alto desde el colapso del comunismo en 1989.
(Reporte adicional de las oficinas de Varsovia y Gdansk; escrito por Justyna Pawlak; editado en español por Carlos Serrano para Reuters)