El general y ex presidente Dwight Eisenhower dijo: "“La mitad de la vía es toda la superficie útil. Los extremos, derecha e izquierda, están en las alcantarillas”. Con esto quiso decir que la viabilidad política de un sistema y de una sociedad, debe gravitar el centro político, debe equilibrar las proporciones de uno y otro lado para que no haya demasiada fuerza en un solo extremo.
La gente que ve el mundo y la política en términos de derecha e izquierda tiene todavía, al menos, un pie en el siglo XX. Pero esta división ideológica tiene una enorme raigambre, desde la mismísima Revolución Francesa y la creación de los Estados Unidos, el primer país con una democracia moderna. Hasta ahora, la dualidad derecha-izquierda prevalece en el mundo y podemos definir el sistema de cada país en esos términos.
Gonzalo Morales Divo
Pero hay un problema en nuestro tiempo. No es que la dualidad derecha-izquierda haya dejado de existir ni sea relevante, sino que ha desembocado inexorablemente en el dogmatismo y la polarización. En parte por un ataque sistemático de países no democráticos como Rusia, China, Irán y otros, la desinformación, aunado a errores o ataques internos a las propias democracias, han exacerbado la radicalización y animosidad ideológica en el mundo.
¿Por qué? Porque las ideologías están hechas para pertenecer, para plegarse, para adherirse a un pensamiento, a una "misión" grupal. Se parecen a religiones y sectas.
Por ejemplo, un conservador no puede apoyar el aborto. La sanción moral sería aplastante. Un conservador debe seguir un mandato ideológico. Igual en el otro lado de la acera: un liberal tiene prohibido (éticamente) hacer campaña por la legalziación del cannabis.
La polarización le interesa a otros
Lo peor de los populistas de ambos espectros, como Hugo Chávez, Trump o Sanders, es que necesitan polarizar en su esfuerzo de lograr lealtades. Son antagonistas del centro político, de la moderación y el centrismo. A favor o en contra. No hay puntos medios.
El populismo es uno de los grandes enemigos de la democracia y del Estado de Derecho. En Venezuela el chavismo demolió el centro, los redujeron a cenizas, lo que queda es moribundo y frágil. Pero ese avance populista se debió precisamente para debilitar un extremo (el de la disciplina fiscal) y el centro (el de una aplicación moderada de programas sociales). El populismo es una medida extrema que, es bueno decirlo, no obedece necesariamente a la dinámica derecha-izquierda.
No obstante, hay centrismo en algunos políticos y muchos electores, afortunadamente. La idea es apoyar a un funcionario por lo que hace, elegir por ideas «de izquierda o de derecha» si son beneficiosas, en democracia y el "imperio de las leyes".
Quien es solamente izquierdista o derechista se polariza, se vuelve militante, acepta prohibiciones y límites a sus ideas. Se desentiende de abusos y errores de «su gente» y tiende a demonizar a otros. “Los otros” son «enemigos». El extremismo y la militancia conducen a emocionalidad, dogmatismo y ver los errores solamente en el lado opositor.
¿Ideales políticos?
Hay todavía, afortunadamente, quiene quieren desideologizarse y ayudar al que quiera deshacerse de esa atadura: Los ideales en la política son cada vez más escasos. Da lo mismo que sean de izquierda o de derecha, los valores que alguna vez tuvieron ambos bandos han colapsado ante el interés propio o de grupos muy poderosos.
Berlusconi era de derecha. Chávez de izquierda. Ambos corruptos e ineficientes, no por ideología, sino por carácter. Chávez y los chavistas mucho más, obviamente. El caso es que la polarización avanza indistintamente de la orientación política.
Es importante recuperar el centro y el pragmatismo políticos, desideologizar el debate para que las democracias recuperen su dinamismo y su poder.
¿Y el centro, dónde queda?
Pero ¿Es posible que la polarización izquierda-derecha pueda tener una consecuencia auspiciosa? Sí: el surgimiento de un centro político más sólido. Trabajo a futuro para las generaciones. Independientes siempre habrá, pero el punto es que constituyan una masa crítica para determinar resultados electorales.
Lo anterior parece contradictorio pero lo es, porque hay que consolidar los opuestos, los consensos… y frenar la radicalización. Esperemos que haya iniciativas y líderes que lo propongan. Directrices claras que solo obedezcan a la ley, no los dictámenes de la ideología de turno
El centro político no lo es todo, pero es -en estos momentos- el ingrediente necesario para revitalizar la democracia y darle un futuro más estable.