El Libertador Simón Bolívar declaró en sus últimos días: "Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro.” Pero vale decir que esa tranquilidad no habría perdurado si el Libertador daba un vistazo al futuro.
El senador chileno y exsecretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) José Miguel Insulza declaró recientemente que "uno de los problemas que vive actualmente América Latina y El Caribe es mucho divisionismo entre las naciones". Y señaló a México como "uno de los pocos países que, a través de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), ha hecho esfuerzos por restablecer alguna forma de coordinación en el continente."
Gonzalo Morales Divo / El Político
No solo la "división" (el hecho) sino el "divisionismo" (la tendencia) han perdurado y, lamentablemente, se han incrementado en los últimos años. Hay poderosas razones detrás de esta incapacidad de unión y trabajo conjunto: diferencias ideológicas, inecualidad, estados y democracias frágiles. De esta última razón, un sistema politico débil es víctima fácil de sacudidas, cambios repentinos, alianzas non sanctas, y triunfo del populismo, autoritarismo y la tendencia a no jugar por las reglas, sobre todo constitucionales y legales.
El Carnegie Endowment for International Peace, en su artículo investigativo "Política divisoria y peligros democráticos en América Latina" señala que se centraron en los casos específicos de seis países: Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, México y Perú, para estimar los alcances divisionistas del sub-continente.
El estudio no presenta un panorama irreparable, pero sí uno que crece en la separación ideológica y colaborativa de los países, incluso los que tienen afinidades ideológicas. En general, las divisiones son agudas, los problemas económicos abarcan, por supuesto, pobreza, las secuelas del Covid-19, la falta de acceso a la educación y a los servicios sanitarios. También, por supesto, el liderazgo: poco preparado, populista, elegido y admirado por su voluntarismo en vez de sus cualidades globales de líderes.
En casos como Cuba, Venezuela o Nicaragua el objetivo no es gobernar, sino perpetuarse en el poder.
La división como problema clave
El problema de la división en Latinoamérica es muy peculiar. Tomemos el caso de Venezuela y la dictadura chavista. La división política y social no es consecuencia del ejercicio del gobierno o de la oposición, sino un elemento sobre el que un régimen o gobierno basa su forma de gobernar.
Si la democracia se caracteriza por tolerar y armonizar las diferencias, los regímenes populistas, autoritarios y dictatoriales generan conflictos y divisiones deliberadamente, enfrentando a "su gente" con los demás (sean "escuálidos" como los llama el chavismo o "burgueses", "capitalistas", "hambreadores" y así sucesivamente como los llaman en Cuba o Venezuela.
Pero el divisionismo tiene manifestaciones más grandes y estructuradas. Una sucesión de protestas masivas en 2019 sacudieron la región y, sobre todo, en dos de los países más estables de la región: Chile y Colombia, dos países que en comparación al resto son estables política y económicamente. Hubo manifestaciones por pobreza, exclusión y falta de políticas más efectivas para la clase media y baja. Estas protestas en países estables debe prender las alarmas porque, por ejemplo en Colombia propició un cambio de gobierno hacia Gustavo Petro, izquierdita alejado del "establishment" político colombiano.
Ecudaor también fue sacudido por protestas, sobre todo por medidas de austeridad del gobierno. Y Bolivia vio una pelea de poder que sacó a Evo Morales, no solo de la órbitadel poder sino del país mismo.
México no fue ajeno a las inquietudes políticas de las muchedumbres, con protesas masivas cuya búsqueda de poder social y más igualdad económica sacudieron al gobierno de Andrés Manuel López Obrador, a las élites e incluso a las organizaciones criminales y narcotraficantes. Sin estabilidad y confianza en los gobiernos, las protestas seguirán porque la inquietud ciudadana es semilla para la disrupción de otras fuerzas más escondidas de la sociedad.
Jair Bolsonaro, derechista y populista, con algunas similitudes ideológicas con Donald Trump, ha sido muy impositivo en aplicar medidas sin diálogo, por pura autoridad. Ha atacado sin freno a quienes se le oponen políticamente, además de bajar el nivel de protección del Amazonas, lo cual generó fuertes protestas.
Estos son ejemplos de divisiones de gobienos y líderes con sus gobernados, pero también examinaremos casos más cerrados y gobiernos menos democráticos aún, como los de Cuba, Venezuela o Nicaragua. Allí la dinámica es mucho más cerrada, alejada de la ley y del respeto por la ciudadanía, que prefieren llamar "pueblo".
En un artículo siguiente analizaremos los casos de estas repúblicas dictatoriales y de otras naciones democráticas que se dividen peligrosamente, tentando el autoritarismo, los cambios de constitución y posibles salidas de fuerza.