La semana pasada concluyó con una noticia que sacudió a Rusia: el asesinato, con un carro bomba, de la activista Daria Dugina. Se trata de la hija del filósofo ultraconservador y ultranacionalista Aleksandr Dugin, cuya visión de una Rusia en conflicto inherente con el "decadente liberalismo occidental" contribuyó con el desarrollo de la política exterior del Kremlin.
Alejandro Armas/El Político
El Servicio Federal de Seguridad acusó a una agente ucraniana de ser la responsable del ataque que acabó con la vida de Dugina. De inmediato el gobierno ucraniano negó cualquier participación en los hechos.
¿Tiene sentido el señalamiento de Moscú? ¿Qué implicaciones pudiera tener en la guerra entre los dos países, o dentro de la propia Rusia? Veamos.
Denuncia dudosa
A Ucrania no le faltan razones para ver a Daria Dugina y a su padre como un par de indeseables. Ambos son adalides estridentes del expansionismo ruso y de la invasión de la nación vecina.
De hecho, Dugina aparecía con frecuencia en medios de comunicación rusos para justificar la invasión y hacer eco a la narrativa del Kremlin al respecto. Por ejemplo, desestimando la Masacre de Bucha como un "montaje" ucraniano. Autoridades estadounidenses y británicas la sancionaron por supuestamente estar al frente de un medio digital dedicado a propagar mentiras sobre Ucrania en lengua inglesa.
Con semejante perfil, desde una perspectiva amoral se entendería que el gobierno de Volodimir Zelensky quisiera atentar contra Dugina. Pero incluso asumiendo tal deseo, la acusación rusa es inverosímil, por razones de capacidades. Simplemente, cuesta creer que Kiev cuente con los elementos para llevar a cabo con tanto éxito un acto terrorista en el corazón de su enemigo, un país con muchos más recursos en materia de seguridad. A diferencia del del presidente Vladimir Putin en Rusia, los sucesivos gobiernos de la Ucrania independiente no tienen un historial de asesinatos de enemigos en suelo foráneo.
Cabe recordar que en 1999, un conjunto de explosiones en edificios residenciales de varias ciudades rusas fue atribuido a rebeldes chechenos, lo que desató la Segunda Guerra de Chechenia. Como primer ministro y pronto sucesor del entonces presidente Boris Yeltsin, Putin tuvo un papel protagónico en el manejo de la crisis. Posteriormente, investigaciones independientes señalaron a los propios servicios de seguridad de Moscú como los verdaderos autores, para crear una situación que beneficiara a Putin.
Narrativa de doble filo
Por supuesto, nada de lo anterior es suficiente para voltear la tortilla y acusar al gobierno ruso de ser el responsable del asesinato de Dugina. Pero al mismo tiempo, es inevitable suponer que el hecho le brinda a Putin una narrativa conveniente, o al menos una que intentará hacer conveniente.
Después de todo, el esfuerzo bélico ruso en Ucrania lleva meses con escaso avance territorial, sin victorias importantes desde la toma del control de toda la región de Luhansk. Además, recientemente, las fuerzas rusas en Ucrania han sufrido varias humillaciones sorpresa, como el bombardeo de una base aérea en Crimea.
Culpar a Kiev por la muerte de Dugina pudiera fortalecer el apoyo de la población rusa a la guerra luego de estos reveses, por la percepción de un enemigo que ataca la casa propia. Pudiera también aumentar el respaldo al mismo Putin como conductor de la guerra, en lo que los expertos llaman Efecto "Rally-Around-the Flag".
Pero esa estrategia comunicacional tal vez sea una Espada de Damocles. Lo sería si más bien fomenta la imagen de unos servicios de seguridad rusos incompetentes, al punto de no impedir ataques terroristas contra ciudadanos rusos.
El colateral estonio
Y es que, en la narrativa oficial rusa, la perpetradora del atentado no solo logró su objetivo, sino que además se escabulló fuera de Rusia luego del atentado. Específicamente, dicen, cruzó la frontera con Estonia y estaría en ese país. Acto seguido, un legislador ruso declaró que si Estonia no entrega a la acusada, Rusia "tomará medidas duras" en su contra.
Esto pudiera hacer que se deterioren aun más las relaciones entre Rusia y Estonia. Esta es otra ex república soviética con una importante minoría rusoparlante pero que, a diferencia de Ucrania, es miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Su gobierno, liderado por la primera ministra Kaja Kallas, es uno de los mayores detractores del expansionismo ruso y defensores del apoyo a Ucrania.
No obstante, las autoridades estonias han dicho que, al momento de publicarse esta nota, no ha habido un pedido formal de colaboración por parte de Rusia en cuanto a la supuesta fugitiva. Moscú pudiera imponer sanciones a Estonia con tal de mantener su versión de los hechos, pero es muy improbable que vaya más allá. No cuando necesita concentrar sus esfuerzos para siquiera avanzar un poco en Ucrania. Agredir a un miembro de la OTAN en ese contexto sería catastrófico para Putin.