Durante meses, todos sus gestos hicieron pensar a los analistas argentinos que el papa Francisco tenía un problema político grave con Mauricio Macri, el presidente argentino, que está llevando a cabo un fuerte ajuste económico. Bergoglio recibió solo 22 minutos y con gesto adusto a Macri en Roma, y rechazó hace poco una donación de un millón de dólares del Gobierno argentino para la organización Scholas Ocurrentes, fundada por él. Esta tensión es uno de los asuntos políticos de mayor relevancia en Argentina y está deteriorando mucho la imagen de Francisco entre los fieles al recién elegido presidente.
El Papa ha decidido intentar darle la vuelta a esa dinámica de una forma poco usual: con una entrevista en el diario La Nación con el periodista Joaquín Morales Solá, uno de los más respetados de Argentina. Y ahí el Sumo Pontífice trata de reconciliarse con quienes le critican por alejarse de Macri mientras se acerca a personajes kirchneristas muy polémicos como Hebe de Bonafini, líder de Madres de Plaza de Mayo, con quien estuvo más de dos horas, casi seis veces más que con el mandatario argentino.
"Yo no tengo ningún problema con el presidente Macri. No me gustan los conflictos. Ya me cansé de repetir eso", le dice el Papa a Morales Solá en una larga conversación en Santa Marta, su residencia vaticana. "Macri me parece una persona bien nacida, una persona noble. No hay ninguna explicación en la historia para que se diga que yo tengo un conflicto con Macri", insiste Bergoglio para cerrar la larga polémica.
El Gobierno argentino también niega que haya problemas, aunque en una reciente entrevista con EL PAÍS, la mano derecha de Macri, Marcos Peña, admitía que todo el mundo ha visto gestos de tensión y que hay que mejorar para disipar esas dudas. Es lo que parece pretender el Papa con la entrevista. "Tenemos la misma agenda. Es verdad que ha habido gestualidades que no dieron esa sensación. Es un desafío mejorar mutuamente y evitar gestos que se puedan interpretar como eso. Han sido seis meses de mucho trabajo, vamos a encontrar ese espacio" decía Marcos Peña.
El Papa le explica a Morales Solá su decisión más polémica, la de recibir a la ultrakirchnerista Hebe de Bonafini, que fue muy crítica con Bergoglio en la época en que él era un firme opositor de los Kirchner como obispo de Buenos Aires.
"Hasta un amigo me mandó una carta criticándome por eso", admite el Papa. "Fue un acto de perdón. Ella pidió perdón y yo no se lo negué. No se lo niego a nadie. Es una mujer a la que le mataron dos hijos. Yo me inclino, me pongo de rodillas ante semejante sufrimiento. No importa lo que haya dicho de mí. Y sé que dijo cosas horribles en el pasado", aclara.
"Hablamos del perdón y ella dijo lo que siempre dice del Gobierno de Macri, que luego repitió ante la prensa. Son cosas de ella, no mías. A mí me interesaba dejar atrás una historia de desencuentros", insiste. Bonafini había explicado que el Papa coincide con todas sus críticas a Macri.
El Papa parece decretar así una tregua con Macri, aunque personas muy cercanas insisten en que no le gusta nada la política de ajustes que está poniendo en práctica el presidente. Francisco evita las críticas pero deja caer su preocupación por la situación social. "Sigo creyendo que no tenemos derecho a pedirle un peso al Gobierno argentino cuando éste tiene tantos problemas sociales para resolver", llega a decir. Probablemente habrá más motivos para las fricciones, porque cada gesto del Papa se estudia con lupa en su país. Pero de momento el tono parece haber cambiado radicalmente.
Con Información de El País