La creciente presencia de emisarios de carteles mexicanos en Colombia esconde dos verdades, ligadas a nuevas dinámicas del narcotráfico: la desconfianza en que la droga llegue a su destino, y la preocupación porque sus socios pierdan el interés en el mercado norteamericano.
El político
El último emisario detectado fue Brian Olguín Berdugo (“Pitt”), capturado la semana pasada en Cali, con fines de extradición. Según la Policía, era un delegado del cartel de Sinaloa, cuya misión era gestionar la compra de cocaína a las disidencias de las Farc que delinquen en el sur del país.
Su nombre se une al listado de representantes arrestados en los últimos cinco años, que venían con la misma tarea. Entre ellos están Irineo Sánchez (“el Mexicano”) y Horacio Zúñiga, enlaces del cartel de “los Zetas”, detenidos en Medellín en 2017; y Margarito Galeano Gómez, del cartel de Oaxaca, apresado en Villavicencio el mes pasado, reportó El Colombiano.
Nuevo modelo de negocio en Colombia
El negocio transnacional de la cocaína en Colombia ha pasado por cuatro generaciones. La primera fue la de los grandes carteles de Medellín, Cali y Norte del Valle, que ostentaron un monopolio de toda la cadena del narcotráfico, desde el cultivo hasta la producción, transporte, exportación y distribución en el mercado estadounidense (1980-97).
La segunda estuvo dominada por las autodefensas paramilitares y las FARC, que controlaban cultivos y producción, se asociaban con otros grupos para la exportación y no distribuían en el mercado internacional (1997-2009).
En la tercera generación entraron al juego las facciones herederas de los citados carteles y organizaciones terroristas, como el Clan del Golfo, “los Rastrojos”, “los Paisas”, “los Machos”, “los Nevados”, Erpac, “los Pachenca”, “la Silla”, “los Puntilleros” y “los Pelusos”, entre otros, y se dio una mayor participación del ELN en las transacciones (2010-17).
En la cuarta emergieron grupos que permanecían a la sombra, de corte empresarial y sin ejércitos privados, más discretos que los demás, pero con los contactos necesarios para sacar la mercancía del país (2018-actualmente).
Otros intereses
Los colombianos dejaron de distribuir la droga en las plazas de EEUU y asumieron el rol de proveedores de los mexicanos.
Este cambio tiene ventajas y desventajas para los narcos colombianos, tal cual expuso Jeremy McDermott, codirector de Insight Crime, fundación que estudia al crimen organizado. Como los colombianos ya no comercializan la droga en suelo estadounidense, reducen “los altos riesgos de interdicción, extradición y embargo de bienes”, situaciones con las que ahora lidian los mexicanos.
De la misma manera en que para los colombianos se disminuyeron esos riesgos, también mermaron los ingresos por la exportación a dicho mercado. Allá un kilo de cocaína vale de 20.000 a 25.000 dólares, pero los mexicanos les pagan entre $3.000 y $5.000 por kilo, dependiendo del punto de entrega, que puede ser la costa Pacífica, la Caribe o algún país centroamericano.
Esta situación generó que los narcos colombianos se interesaran en mercados más lucrativos, como Europa, donde un kilo de cocaína vale de $35.000 a $50.000 dólares, o Medio Oriente, pues allí el precio asciende a US150.000.