Mucho se ha dicho que Vladímir Putin desea o sueña con una Federación Rusa poderosa; volver al imperio zarista o, mínimo, a detentar el poderío que en algún momento tuvo la desparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Mario Augusto Beroes Ríos/El Político
Sin embargo, parece que el dictador ruso no ha entendido que los tiempos han cambiado y que la historia, historia es. Por lo que querer volver a vivir glorias pasadas no es ni sencillo, ni posible, más con un país pobre, atrasado y que sustenta su poderío mundial en un arsenal nuclear ya algo obsoleto; eso sí, peligroso. Muy peligroso.
Por otra parte, el consumismo, en el buen sentido de la palabra, llegó a Rusia para quedarse y Putin lo ha fomentado, creando además una poderosa oligarquía económica conformada por amigos y ex socios de la época de la KGB y de las fuerzas armadas.
El ruso actual convive con las marcas de moda, con las transnacionales y los gustos de sus vecinos del otro lado del océano, o de Europa Occidental, y le gusta mucho más ese estilo de vida, que volver a las vicisitudes, pobreza y problemas del comunismo soviético.
Adios hoz y martillo ¡Bienvenido McDonald´s!
Uno de los símbolos del derrumbe de la URSS fue la llegada de la cadena de comida rápida McDonald’s, que abrió su primer local frente a la Plaza Pushkin de Moscú.
Las colas fueron enormes, lo que indicaba que la larguísima fila de ciudadanos soviéticos, que esperaba para comprar una hamburguesa en uno de los mayores símbolos del capitalismo, le daban la espalda a la hoz y el martillo comunista.
3 meses antes, caía el Muro de Berlín, una de las muestras más oprobiosas del comunismo y Alemania volvía a ser una sola nación. Mientras en el Kremlin, Mijaíl Gorbachov lideraba el proceso de reformas políticas y económicas de la Unión Soviética con la apertura hacia el mundo no comunista.
A pesar del lastre de la burocracia soviética difícil de erradicar, los cambios atraían inversiones extranjeras y cientos de empresas se instalaron.
La inauguración en Moscú de la cadena de comida rápida, ícono de Estados Unidos el 31 de enero de 1990 demostró que la cortina de hierro se había levantado.
Esta semana, después de 32 años de operaciones en el país, McDonald’s anunció el cierre de sus 847 restaurantes en Rusia debido a la invasión a Ucrania por parte del gobierno de Vladimir Putin iniciada el 24 de febrero. Muchos se preguntan cuánto tardará en volver a abrir operaciones.
El fantasma de la URSS
Algunos analistas han apuntado que el fantasma de la era soviética reapareció.
Las empresas occidentales se están yendo masivamente de Rusia y muchas han limitado sus servicios a clientes rusos.
Y hay otras señales que recuerdan el pasado: la salida de los rusos al exterior se está dificultando, el rublo cayó en picada, los precios se están disparando.
"Con la apertura de McDonald’s, Occidente llegó a Rusia; ahora, con su cierre, se va", escribió el martes en Twitter Andrei Kolesnikov, presidente del Programa de Política Nacional Rusa en el centro Carnegie de Moscú.
"La aniquilación de Rusia continúa en todos los frentes."
"El mayor gesto simbólico aquí es que cuando McDonald’s se mudó a la Unión Soviética, fue parte de un mensaje de apertura y fomento de la confianza y la cooperación entre Rusia y Occidente. Ahora, todas esas avenidas se cerraron".
"Que Rusia vea la salida de McDonald’s realmente trae un final o un cierre a esa era. Y estamos como parados, al menos simbólicamente, en una nueva era de división entre Rusia y gran parte del resto del mundo", dijo Paul Musgrave, profesor de ciencia política en la Universidad de Massachusetts Amhersta a BBC-Mundo.
Occidente presiona…pero poco
Estados Unidos, la Unión Europea y Reino Unido bloquearon los activos en esos países de Putin y su canciller, Serguéi Lavrov, además de los del círculo cercano de magnates que gobiernan junto a ellos, y luego decidieron excluir a los principales bancos rusos del sistema de pagos internacionales Swift.
Con el correr de los días, diferentes empresas anunciaron su retirada del mercado ruso.
Primero fueron Visa y Mastercard -luego American Express-, que concentran la enorme mayoría de las transacciones electrónicas en Rusia.
Después, las piezas de dominó comenzaron a caer una tras otra.
Además de McDonald’s, cientos de compañías occidentales decidieron cerrar, al menos de forma temporal, sus operaciones en el país euroasiático.
Esto implica que productos como Coca-Cola -presente en Rusia desde 1992 y pilar del eje occidental-, dejen de ser comercializados en territorio ruso, o que quienes quieran ver los contenidos de Disney, Sony, Warner Bros o Netflix ya no lo puedan hacer.
Nestlé, Mondelez, Procter & Gamble y Unilever dejaron de invertir en Rusia, pero dijeron que seguirán proporcionando artículos esenciales.
Pepsi, que está en Rusia desde la década de 1970 gracias a la fascinación que causó el refresco en Nikita Kruschev a mediados del siglo XX y que posee en el país una extendida industria de bebidas y alimentos más grande incluso que Coca-Cola, decidió cortar el suministro de algunos de sus productos, pero dejar otros de necesidad básica como lácteos y comida para bebés.
Apple, Microsoft, Samsung y otros gigantes tecnológicos dejaron de vender en el país, mientras que DHL, FedEx, Kuehne+Nagel, Maersk y UPS están deteniendo las entregas.
Las tiendas Starbucks, H&M, Louis Vuitton, Chanel y Cartier también forman parte del éxodo. Y la japonesa Uniqlo, que en un principio había dicho que se quedaría, decidió en las últimas horas su retirada.
¿Puede Rusia vivir sin empresas extranjeras?
Durante una reunión con altos funcionarios recientemente, Putin desestimó los efectos de la presión económica occidental.
"Junto con nuestros socios, aquellos que no reconocen estas acciones ilegales, sin duda encontraremos soluciones a todos esos problemas que están tratando de crearnos", dijo el mandatario ruso.
"Debemos pasar este período. Sin duda, la economía se adaptará a la nueva situación. Continuaremos con la sustitución de importaciones en todas las áreas y, al final, todo esto conducirá a nuestra mayor independencia, autosuficiencia y soberanía."
Por su parte, el parlamentario comunista Yuri Afonin argumentó por qué cree que los rusos no se verán afectados negativamente por la salida de las empresas occidentales.
"La mayoría de la gente ahora empezó a darse cuenta de que las sanciones impuestas por las empresas occidentales no están dirigidas contra las capacidades de defensa de nuestro país, sino contra personas específicas. ¿Podemos prescindir de esas empresas? ¡Obviamente podemos!", afirmó en declaraciones a un canal de televisión.
En la misma línea, el alcalde de Moscú, Serguéi Sobianin, dijo el jueves que los 250 locales de McDonald’s en esa ciudad pueden ser remplazados sin mayores problemas por una compañía local.
"Hemos hablado con una amplia gama de empresas que trabajan en este sector, y vemos que en medio año o un año como máximo, toda esta cadena podría ser reemplazada tranquilamente por nuestras propias empresas nacionales", afirmó.
Sobianin destacó que estos productos alimenticios son suministrados casi en su totalidad por proveedores rusos, lo que hará más sencilla la adaptación, y que le pedirán a las empresas sustitutas que contraten a la mayor cantidad de personal que está empleado por McDonald’s.
El regreso de los bolcheviques
Ante la creciente desbandada occidental, Putin respaldó el jueves un plan diseñado por su partido para nacionalizar empresas extranjeras que abandonen el mercado ruso, algo que deberá ser aprobado en el Parlamento.
El mandatario ruso dijo que su país debe primero intervenir estas empresas y luego transferirlas "a quienes quieran trabajar".
Pocas horas más tarde, en la noche del jueves, Estados Unidos respondió.
"Cualquier decisión ilegal por parte de Rusia de apoderarse de los activos de estas empresas resultará en última instancia en un dolor económico aún mayor para Rusia. Complementará el mensaje claro a la comunidad empresarial mundial de que Rusia no es un lugar seguro para invertir y hacer negocios", escribió la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, en Twitter.
Advirtió, además, por posibles juicios internacionales.
Y uno de los aliados oligarcas de Putin lo cuestionó por usar las mismas armas de expropiación que los bolcheviques en la revolución rusa.
"Esto nos llevaría cien años atrás, al año 1917, y las consecuencias de tal paso serían la desconfianza global hacia Rusia por parte de los inversores. Se sentirá durante muchas décadas", dijo Vladimir Potanin, el mayor accionista del principal productor mundial de paladio y níquel refinado.