La I Guerra Mundial empezó en Sarajevo (Bosnia y Herzegovina) a solo 1,6 mil kilómetros de Kyiv, Ucrania. La II Guerra Mundial en la frontera de Alemania con Polonia, desde donde los nazis llegaron a Varsovia, a solamente 780 km de la capital ucraniana.
Gonzalo Morales Divo / El Político
Luego vinieron desde 1945 hasta 2021 (sin contar la invasión rusa a Ucrania), al menos 105 guerras civiles, conflictos, insurgencias y enfrentamientos. La de Ucrania es simplemente la más reciente. ¿Por qué esa zona es tan conflictiva?
Las respuestas son variadas y no siempre coincidentes, pero hay una que puede explicar parte o mucho de las consecuencias que estamos viendo, en vivo, en la crisis de la invasión rusa a Ucrania.
La vitalidad del espacio
Una tesis muy plausible es que en esa zona de Eurasia, se acumularon demasiadas poblaciones de diversos orígenes, etnias y modos de vida. Aquí cabe un argumento que, por cierto, los nazis usaron como razón para invadir a sus vecinos: la famosa teoría del "Lebensraum", es decir, el "espacio vital" del alemán Friedrich Ratzel (1844-1904), muy influido por la biología y el naturalismo del siglo XIX.
Se trata de que un país debe tener un área que lo haga sentir seguro de invasiones u otras intervenciones. Si no lo tiene, debe buscarlo. La lucha por el espacio ha sido una constante en Europa y partes de Asia.
El espacio vital tiene un gran componente darwinista, ello es, la supervivencia del más apto, lo cual en escala humana implica el desplazamiento de poblaciones y "la política por otros medios", es decir, la guerra según la célebre definición de Carl von Clausewitz.
Las incontables guerras (médicas, de las Termopilas, napoleónicas y pare usted de contar) que han marcado a Europa desde el inicio de la civilización occidental.
Putin justifica la invasión de Ucrania con esa teoría, es decir, que Rusia necesita estar lo suficientemente alejado de sus enemigos y eso lo logra con una "buffer" de países "aliados" (pero en realidad "secuestrados"), como ocurrió en la URSS por casi 70 años con la infame "cortina de hierro". Todas las repúblicas limítrofes con Rusia fueron, en el siglo pasado, satélites de ese país, muchas veces contra sus voluntades.
La historia demuestra que esas expansiones son cada vez más difíciles, más sangrientas pero no necesariamente más efectivas. Y quien no aprende de la historia, se ve condenado a repetirla. Y la historia de Rusia desde la disolución de la URSS no ha sido nada auspiciosa.
No hay duda que Rusia quedó muy vulnerable después de la Perestroika y que Putin quiere devolverle el poder "soviético" que, más bien, deberíamos llamar "putinesco".
Pero el juego del premier ruso es muy peligroso y puede desatar un efecto dominó, porque la seguridad de Rusia va implicar necesariamente la inseguridad de las naciones que lo bordean, de sus aliados y de todo el mundo libre.
Y en esos aliados y el mundo libre está el resto de los ejércitos y las armas nucleares del mundo.
Por los momentos, Putin no ha logrado sus objetivos y, al decir de los expertos, no los logrará. ha debilitado sus Fuerzas Armadas al punto de quiebre, ha golpeado seriamente una economía que iba bien, no ha podido establecerse en Crimea y en Luganzk y Donetsz, y ha destruido un acercamiento a Europa que le es más beneficioso que la animosidad actual.
Los chinos no han ayudado como se esperaba, ni los iraníes, ni los norcoreanos. Putin se ha quedado solo con un país en déficit, solo ayudado por mentiras manufacturadas pero nada concreto que mostrar.
Se dice que "Cuando a EE. UU. le da gripe, al mundo le da resfriado". En este caso, cuando Rusia fracasa parcial o totalmente en sus objetivos, al mundo libre le da una maravillosa sensación de alivio.