Este año, los observadores de la política latinoamericana tienen el ojo puesto en las elecciones presidenciales de Costa Rica, Colombia y Brasil. Sin embargo, la política de los países más pequeños por lo general llama menos la atención.
Alejandro Armas/El Político.-
Efectivamente, Costa Rica tuvo este domingo la primera ronda de sus comicios presidenciales, sin mucho ruido para el que no vive allí. Pero el resultado resalta puntos de interés sobre la política de esa nación en el contexto latinoamericano.
Es llamativo que, a pesar de sus actuales dificultades económicas, los votantes sigan prefiriendo opciones ajenas al extremismo.
No es poca cosa mientras en todo el mundo triunfan populistas furibundos. Expone la buena salud de la democracia costarricense, una de las más antiguas de la región.
Un poco de historia de Costa Rica
Para entender mejor la trascendencia del evento electoral contemporáneo, hagamos primero un breve repaso del pasado. Muy al contrario de sus vecinos centroamericanos, Costa Rica ha gozado de paz y estabilidad política por casi un siglo.
El último conflicto interno fue una guerra civil de poco más de un mes, en 1948. El líder del bando vencedor, José Figueres Ferrer encabezó un gobierno provisional durante el cual se redactó una Constitución democrática, aún vigente.
Quizá el aspecto más notable de esa Carta Magna sea la abolición de las fuerzas armadas nacionales.
Desde entonces, el país ha tenido una sucesión ininterrumpida de gobiernos electos democráticamente. De distinta índole ideológica, pero en general sin dogmas radicales.
No ha habido golpes de Estado ni guerras civiles. Hoy Costa Rica es uno de solo tres países latinoamericanos calificados como democracias plenas por el Índice de Democracia de The Economist (los otros dos son Chile y Uruguay).
De vuelta al presente
Pese a estos logros notables, la Costa Rica actual tiene una serie de retos económicos, de los que pudieran poner en aprietos a un establishment político.
En primer lugar, a finales del año pasado la tasa de desempleo fue de 14,4%, una de las más altas de América Latina, según reseña BBC Mundo.
A eso hay que agregar una creciente desigualdad socioeconómica, eterno recurso retórico para populistas que han seducido a sus países.
La nota del medio británico destaca que Costa Rica es la decimonovena economía más desigual del mundo, según datos del Banco Mundial.
Así, el Índice de Gini (que mide la diferencia de ingresos) del país centroamericano es de 48,2 puntos, el quinto más alto de América Latina tras Brasil, Colombia, Panamá y Guatemala.
Costa Rica: Descontentos pero prudentes
La insatisfacción de los costarricenses con esta situación se expresó claramente en las urnas. La abstención fue de 41%, una cifra atípicamente alta para el país.
Y entre una amplia gama de candidatos, ninguno obtuvo el respaldo de 40% de los votantes, mínimo necesario para ganar en primera vuelta.
Habrá un balotaje en abril el 3 de abril. Se medirán José María Figueres Olsen, del histórico Partido de Liberación Nacional, y Rodrigo Chaves, por el Partido Progreso Social Democrático.
Figueres Olsen es hijo del ya mencionado José Figueres y ya fue presidente de Costa Rica en los años 90 del siglo pasado. Su gobierno se caracterizó por reformas económicamente liberales.
Chaves es economista formado en Estados Unidos y por décadas trabajó en el Banco Mundial. Luego fue, por pocos meses, ministro de Hacienda en el gobierno saliente de Carlos Alvarado, puesto al que renunció por diferencias con el mandatario.
Su partido es nuevo, creado apenas en 2018, con posiciones de inclinación socialdemócrata.
Como puede verse, Costa Rica elegirá entre dos figuras en todo caso moderadas. Si algo inquieta sobre ellos, es más por denuncias que por razones ideológicas.
Denuncias de corrupción en el caso de Figueres Olsen, y de acoso sexual en el caso de Chaves. Ambos niegan los señalamientos.
Y no es que a los costarricenses les hayan faltado alternativas más radicales. En tercer lugar quedó el dirigente evangélico Fabricio Alvarado, conocido por sus posturas ultraconservadoras.
Alvarado fue candidato presidencial, pero lo derrotó el Presidente actual. Esta vez ni al balotaje llegó. Aunque inconformes, los ciudadanos indicaron que quieren mejorar su situación sin grandes experimentos.