Tienen entre 13 y 16 años. Algunas acuden porque las inscribieron desde el colegio, otras porque quieren aprender a hacer una aplicación para teléfonos móviles. Son 24, todas de escuelas de Buenos Aires, convocadas para buscar en la tecnología una solución para sus comunidades.
"Programando un mundo mejor" bautizó a este evento Chicas en Tecnología, una organización que busca disminuir la brecha de género en este sector.
Carolina Hadad, una de las cinco cofundadoras, dice a Efe que quieren potenciar a las adolescentes, porque tal vez alguna se sienta motivada a seguir una carrera vinculada a ese mundo.
Eso hizo hace años Victoria Martínez de la Cruz, quien trabaja en la empresa de software Red Hat y es una de las mentoras convocadas para esta edición. Es licenciada en Ciencias de la Computación, un campo en el que siempre ha notado "la falta de chicas" que compartieran "sus mismos intereses".
Datos del Ministerio de Educación de Argentina ponen esa sensación en números: las mujeres representan tan solo el 18 % de quienes estudian una carrera vinculada a la informática o a la computación en el país suramericano.
Un estudio de la Fundación Manuel Sadosky señala también que esas titulaciones son percibidas por las adolescentes "como las menos adecuadas para las mujeres entre todas las listadas".
"La única manera de atacar esa problemática es dando el ejemplo y llegar a las chicas que estén tomando la decisión de qué seguir en su carrera profesional", afirma Martínez de la Cruz.
Con ese objetivo, las adolescentes pasan cuatro jornadas juntas: la primera fue el 23 de junio; la segunda, el miércoles pasado, en la que formaron equipos y conocieron a los mentores que, con ‘veintitantos’ años, tienen conocimientos de programación, diseño o sistemas.
El programa continúa hoy y la idea, explica Hadad, es que para cuando llegue este domingo, el último día, las chicas puedan programar una aplicación para celulares. "Ellas mismas pueden ser creadoras de tecnología, no sólo usuarias", señala.
Esa aplicación deberá estar pensada para solucionar un problema de su propia localidad, como hizo el año pasado un grupo de chicas que creó un mapa de inundaciones y despertó el interés de Defensa Civil en su municipio.
El objetivo del nuevo encuentro es que suceda algo similar.
María Rosa Beltrán, directora de la escuela 15 de Otamendi, de la localidad bonaerense de Campana, aspira a eso e inscribió a tres chicas.
La participación de las tres causó revuelo en el colegio y, a la segunda jornada, las chicas acudieron con ideas pensadas durante la última semana con sus compañeros.
Les preocupa, dice Beltrán, la violencia de género o los suicidios de los adolescentes, porque "no saben dónde pedir ayuda".
Ella también quiere que las tres chicas tengan, más adelante, una oportunidad en el ámbito de la tecnología.
Gladys Cabral es profesora de computación en el colegio Mano Amiga de Pilar, provincia de Buenos Aires, y recientemente incluyó la programación en los temas de la materia porque está segura de que "es lo que va a venir".
Por ese motivo, también acompaña a tres alumnas de tercer año en este evento. "Siempre son los varones los que tienen estas oportunidades", cuestiona.
Sus tres alumnas, como las de Campana o las del colegio San Ignacio de Olivos, entre otros, dedican la segunda jornada a aprender lo básico para crear una aplicación.
Les enseña Hadad con un dibujo digital que obedece comandos como saltar, caminar o dormir. Las chicas ríen.
"Ponele para que puedas hablarle y que lo haga", dice una. Se refiere al reconocimiento de voz, pero todavía no lo sabe. Abre la boca, sorprendida, cuando ve el resultado de lo que pensó.
Este sábado tendrán talleres. Aprenderán a hacer prototipos, trabajarán con los mentores, otras chicas les explicarán cómo hacer que sus ideas tengan un buen diseño en los celulares.
El domingo, un jurado evaluará las aplicaciones creadas y dará los premios. Algún grupo ganará. El resto, igualmente, se llevará un proyecto a su barrio y, quién sabe, las ganas de inscribirse en unos años en una carrera relacionada con la tecnología.
Aldana Vales/EFE