Daniel Ortega repite en su discurso que en los tiempos de la dominación y colonia española Centroamérica era tan pobre, que los habitantes con cierta capacidad económica no tenían con que adquirir esclavos; razón por la cual la población de origen africano es exigua en esa zona.
Mario A. Beroes R./El Político
La actual Nicaragua, en aquel momento, miembro de las Provincias Unidas de Centroamérica, es parte de esa historia.
Disputa con El Salvador el título de país más pobre de la región, y la gobierna desde 2007 por Daniel Ortega, miembro fundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), quien, en medio de acusaciones de fraude, opta a un nuevo período presidencial.
¿Elecciones atípicas o farsa electoral?
La historia de Nicaragua, luego de su independencia de España y la disolución de las Provincias Unidas de Centroamérica ha sido difícil y violenta. Dictadores de cualquier calibre, invasiones extranjeras conforman el 90% de su desarrollo como nación.
Ahora enfrenta un nuevo proceso electoral considerado por muchos como "atípico", desde el último realizado en 1990 y que llevó a la presidencia a Violeta obtuvo una holgada victoria en dichas elecciones.
La actual contienda no tuvo competencia electoral, porque todos los precandidatos presidenciales están presos.
Lo que se vive en ese pequeño país centroamericano es parecido a lo que sucede en regímenes de partido único, como Cuba o Corea del Norte, donde quienes supuestamente compiten con el oficialismo son partidos y candidatos comparsas, aprobados de antemano en este caso por el poder de Ortega.
Sobre el papel, en esta elección se elige al presidente y vicepresidente de Nicaragua, 90 diputados de la Asamblea Nacional y 20 diputados al Parlamento Centroamericano.
Pero en la práctica, el oficialismo está recurriendo a unos comicios fachada para garantizar la permanencia en el poder de la pareja presidencial.
¿Qué se espera después del domingo con Ortega?
Es probable que, después de que Ortega se vuelva a proclamar presidente el domingo para su tercer mandato consecutivo, se multipliquen las declaraciones de ilegitimidad por parte de la comunidad internacional.
Esto implicará más sanciones, pero a la vez, probablemente, más represión para los nicaragüenses. Y, como se ha demostrado en los últimos años, la represión política suele ir acompañada de migración forzada, un fenómeno que ya está en crecimiento, impulsado también una economía en declive.
Por otra parte, muchos analistas prevén que el Gobierno intente calmar a la comunidad internacional con el anuncio de un diálogo con la oposición, aunque es probable que sea con opositores o sectores escogidos a su medida por él y que no representen un verdadero contrapeso.
¿Por qué se consideran las elecciones una “farsa”?
Los resultados muestran la caída del oficialismo desde 2018, cuando las protestas sociales son reprimidas con brutal violencia y se instaura un estado policial de facto aparejado con persecución.
También el mal manejo de la pandemia y la radicalización total de la represión a partir de junio de 2021, cuando 40 líderes opositores, periodistas y miembros de sociedad civil críticos con el Gobierno son encarcelados.
En la práctica, eso significa la anulación total de la competencia por lo que la oposición la considera “una farsa y un circo”.
Los comicios tampoco cumplen con los estándares de transparencia ni credibilidad.
Sobre el sistema electoral nicaragüense pesan denuncias de fraudes las elecciones municipales y generales celebradas entre 2008 y 2021.
En todos esos comicios, Ortega consolidó un mecanismo para consolidar su poder.
En la actualidad no hay Consejo Supremo Electoral (CSE) independiente. Los magistrados son afines al gobierno.
Tampoco habrá observadores electorales porque la reforma a la ley electoral los prohibió.
Losos precandidatos opositores presos, un Estado policial, partidos insignificantes que no tienen respaldo popular en las papeletas haciendo frente a Ortega, la ciudadanía no puede elegir a sus autoridades libremente.