No son buenos momentos para la oposición venezolana. Sus planes para forzar al régimen de Nicolás Maduro a negociar una transición dieron con una piedra en el camino, que no han sido capaces de sortear.
Alejandro Armas/ El Político
Más por resignación que por otra cosa, el grueso de las fuerzas opositoras está volviendo a medirse en elecciones que antes había boicoteado en protesta por la falta de condiciones justas, hoy persistente. Al mismo tiempo, comenzó otra ronda de negociaciones con el chavismo, en las cuales su interlocutor está mejor posicionado para sacar provecho.
Y ahora, el ente opositor con más margen de maniobra, el llamado “gobierno interino” o “interinato” que encabeza Juan Guaidó, es un barco que está haciendo agua por varios lados. Hay desacuerdos cada vez más evidentes y agrios entre los miembros de la coalición que apoya a Guaidó. No solo en materia estratégica, sino también por el manejo de recursos.
Esto ocurre en un contexto ya desfavorable. Hace dos meses una encuesta del Centro de Estudios Políticos de la Universidad Católica Andrés Bello concluyó que Guaidó es el político venezolano que goza de mayor confianza… ¡Pero apenas 27% de los consultados dijo que confía mucho o algo en él!
La situación no es nueva. No mucho después del ascenso de Guaidó a principios de 2019, en la medida en que la población veía que el interinato no cumplía con su objetivo único de precipitar una transición democrática, el desencanto aumentó poco a poco hasta llegar a los niveles actuales.
Ahora, el problema de la frustración en la base opositora se extiende a sus elites, dejando al interinato en una posición bastante frágil.
Entre la irrelevancia y las denuncias
Aunque Guaidó sea su rostro, el interinato no está conformado por un solo sujeto. Más bien, es un equipo de personas. Estas personas desempeñan funciones claves, como el manejo de las relaciones con gobiernos extranjeros y el de los activos de la República en el exterior, que esos gobiernos quitaron al chavismo.
En teoría a todos los cohesiona su respaldo al interinato, pero vienen de diferentes organizaciones políticas. Hay militantes del partido Primero Justicia, militantes del partido Voluntad Popular, independientes, etc. Como es de esperar, hay desacuerdos entre estas facciones. A veces los desacuerdos se traducen en roces entre ellas, o con el propio Guaidó.
Es el caso de la decisión de los partidos más importantes en la coalición opositora de tomar parte en los comicios regionales y locales de noviembre, luego de meses de debate entre la participación y la abstención. Uno esperaría que Guaidó, como cabeza del interinato, tomaría la iniciativa en semejante disyuntiva. Pero él ni siquiera estuvo presente en el anuncio de la decisión.
Más bien parecía que su juicio no fue muy tomado en cuenta, pues lo que hizo al poco tiempo fue pronunciarse en redes sociales reafirmando que no hay condiciones justas para participar, pero sin aprobar lo que sus aliados decidieron ni manifestarse en contra.
Los desencuentros van más allá del jefe del interinato. Algunos de los partidos coaligados decidieron mantener la abstención electoral que ha caracterizado a las fuerzas opositoras desde 2018, por considerar que el entorno sigue estando incorregiblemente viciado a favor del chavismo.
Solo por poner un ejemplo, Encuentro Ciudadano, joven organización encabezada por la diputada a la Asamblea Nacional (la electa en 2015) Delsa Solórzano. Asimismo, a pesar de que Voluntad Popular sí va a elecciones, su líder, Leopoldo López, criticó la decisión de la Unión Europea de enviar una misión de observación electoral. Ello a pesar de que el envío de esa misión era algo que pedían los partidos que participarán.
Por si este desorden de posturas fuera poco, la semana comenzó con una noticia que expuso más discordia. Primero Justicia emitió un comunicado expresando su preocupación por el manejo de activos en el exterior por el interinato. PJ se quejó de que Guaidó y Voluntad Popular (partido del que Guaidó fue parte hasta enero de 2020) no toman en cuenta sus sugerencias en dichas actividades así que desvincularon de ellas.
Desde hace meses hay malestar en las filas opositoras por la administración poco transparente de Monómeros, una filial en Colombia de la estatal venezolana Pequivén.
Para empeorar las cosas, recientemente la Superintendencia de Sociedades de Colombia intervino la compañía, y su presidente designada por el interinato, Carmen Elisa Hernández, renunció.
El drama no termina. Apenas ayer, Humberto Calderón Berti, quien fuera embajador del interinato en Colombia, señaló directamente a Leopoldo López como responsable de los malos pasos en Monómeros. Dijo que en la conducción de la empresa fueron puestas algunas personas sin credenciales más allá de su militancia. También que “amigos de López y Guaidó estaban involucrados en delitos” vinculados con la empresa.
Como para aliviar la tensión, el dirigente de PJ Juan Pablo Guanipa dijo esta semana que su partido no ha roto con el interinato. No obstante, las fisuras están a la vista. Queda por ver si se podrá rellenarlas.
Al que no cumple…
Las entidades políticas como el interinato siempre son apuestas arriesgadas. Si no cumplen con su propósito rápido, decae el interés en ellos. Tienen las desventajas de ser "gobierno" sin las ventajas. En otras palabras, no tienen poder sobre el territorio que aspiran a controlar, pero sí tienen que satisfacer expectativas.
Si no lo consiguen, pasa a nivel de elites lo mismo que pasa a nivel de bases. Sus componentes internos y sus aliados externos se cansan. Dejan de verle sentido y, aunque no lo reconozcan formalmente, pasan a otras cosas.
Hay en la historia universal varios de casos de personas que se declaran autoridades legítimas de un país, pero sin controlar nada dentro de ese país realmente.
Por ejemplo, el gobierno polaco en el exilio formado tras la invasión nazi y soviética de 1939. Estuvo “en funciones” hasta la caída de la dictadura comunista en Varsovia, evento en el que no tuvo papel preponderante.
Volviendo al presente, hay que recalcar que la heterogeneidad de la coalición opositora venezolana ha sido una espada de Damocles.
Por un lado, muestra a partidos de diferente línea ideológica cooperando por un objetivo común. Por el otro lado, las diferencias estratégicas a menudo producen estancamiento, en la medida en que los esfuerzos de una facción anulan los de la otra.
Las diferencias entre aliados, e incluso las recriminaciones, pueden ser barridas bajo la alfombra si hay la expectativa de un logro importante en el corto plazo. Así fue cuando el interinato arrancó, pero hoy no es el caso. Sus dificultades solo aumentan.