Las dantescas imágenes de los últimos dos días en Afganistán, demuestran qué siente la gente común ante esa aberración de los Derechos Humanos llamada "talibán". La caótica retirada autorizada por el gobierno de Biden, creó más problemas que soluciones y mostró, en toda su crudeza, lo compleja y terrible que es la situación afgana sin el escudo protector estadounidense.
Fernando Núñez-Noda/ El Político
Aunque la salida de EE. UU. (y, en esencia, de occidente) se había previsto desde el gobierno de George W. Bush, pasando por el de Obama, así como decretado, y firmado por Trump en febrero de 2020, no habría hecho tanta bulla sin un retiro tan caótico como el que hemos visto en los últimos días.
En todo caso, el problema hubiese subsistido con o sin salida desordenada, porque el destino que todos temen en occidente es la inminente vuelta al poder del talibán, un grupo ultraconservador y teocrático conocido por sus notables violaciones de Derechos Humanos en nombre de la "sharia" o ley islámica que, para ellos en su fundamentalismo, está por encima de la ley seglar. Y no hay forma de evitarlo.
¿Cómo se construyó la situación actual?
La razón primordial de la invasión a Afganistán, hace un par de décadas, fue la de desmantelar a Al-Qaeda, el ejército terrorista de Osama bin Laden, que en el infame 11 de septiembre de 2001 derribó las Torres Gemelas en Nueva York y atacó el Pentágono en Washington, con saldo de millares de muertos y heridos.
Pero EEUU encontró en Afganistán otros aliados de Al-Qaeda: los mencionados talibanes, fundamentalistas insurgentes aliados con la organización de bin Laden. Además de esos, también se agregó a la lista de objetivos militares una capa de burocracia afgana que le daba apoyo a estas organizaciones terroristas.
¿Por qué no se lograron los objetivos?
Expertos de las agencias de inteligencia estadounidense advirtieron que, desde el principio, no hubo la suficiente preparación para acometer un objetivo tan ambicioso. Es decir, empezaron con mal pie y a eso se sumaron nuevos desaciertos y soluciones de corto plazo:
- El esfuerzo se concentró en el número de tropas y proveer dinero para que el gobierno local ejecutara los presupuesto, lo que devino en malas inversiones y corrupción. Muchos líderes afganos aprovecharon ese dinero para mover sus agendas personales y grupales.
- La presión por soluciones rápidas impidió la consolidación de instituciones sólidas y de largo aliento. Todo fue muy coyuntural y volátil.
- No hubo suficiente coordinación entre gobiernos cambiantes en Washington, sobre una estrategia afgana que se sostuviera de administración en administración. Muchas veces se tuvo que empezar de cero con un nuevo presidente en la Casa Blanca. Eso y la corrupción local, hicieron el resto para que las estrategias no soportaran la prueba del tiempo.
- Estados Unidos repitió el error de la supremacía cultural, es decir, imponer formas de acción y pensamiento propios, sin considerar la idiosincrasia local y tratar de adaptarse. Las diferencias culturales hicieron que los métodos que eran perfectamente aplicables en un entorno norteamericano, no fueran entendibles y ejecutables en el contexto afgano. La estructuración legal y procedimental de un país desarrollado no tiene aplicación posible en un país en el que la mayoría de las transacciones y disputas se resuelven de manera informal.
- La inseguridad jugó un rol nefasto y obstaculizador de los logros. Los funcionarios eran intimidados en sus funciones públicas, las votaciones eran objeto de amenazas y ataques. No había forma de cubrir necesidades de seguridad que llegaban a los detalles más triviales de la vida diaria. Ante cualquier proyecto surgía la pregunta: ¿será entorpecido o impedido por la violencia?
- También hubo solapamiento de competencias, es decir, varias agencias trabajando por su lado o parcialmente coordinadas con otras.
En suma, no fue falta de recursos, ni de ganas. Hubo una inconsistencia cultural importante. La aplicación de soluciones de primer mundo con metodologías tecnocráticas, a una población de cultura teocrática y, que hacia 2019, tenía un índice de alfabetismo de 43%, muestra un bache cultural importante. Probablemente mucha tecnología y poca sociología. Ha ocurrido otras veces con potencias como EE. UU. o las europeas, que suelen validar sus soluciones por los montos monetarios que implican y no por la capacidad para adaptarse a las idiosincrasias locales.
En la segunda parte de este artículo hablaremos de las perspectivas de esta situación que vislumbran los expertos, sobre Afganistán retomada por los talibanes y el concierto geopolítico que lo rodea.