La vacuna de la covid-19 acaba de ser empujada al centro del polarizado debate político de Brasil, como antes ocurrió con la enfermedad.
El Político
El presidente, Jair Bolsonaro, ha desautorizado sin miramiento ninguno a su ministro de Salud, el general Eduardo Pazuello, al proclamar que “no vamos a comprar la vacuna china” horas después de que este anunciara el martes la adquisición de 46 millones de dosis a Sinovac.
Poco parece importar que sea su tercer ministro de Salud en esta crisis, que Brasil sea el tercer país más golpeado por la pandemia con casi 155.000 muertos entre los cinco millones de contagiados y que su programa de inmunización sea un orgullo nacional.
La vacuna es el terreno más reciente en el que anida la polarización brasileña. En torno a ella, se libran y entrecruzan dos batallas. La de Bolsonaro con varios gobernadores, azuzada por la campaña electoral de las elecciones municipales del mes que viene, reportó DW.
Y la presión de la Administración Trump para que su aliado Bolsonaro se una a su bando en la guerra comercial con China y vete a Huawei en la futura licitación de las redes de 5G. Brasil, con 210 millones de habitantes, es un botín jugoso en esa confrontación.
Al grito de traición, Bolsonaro desmintió a su ministro. Primero en caliente, el martes en una nota en Facebook respondiendo a sus seguidores, incluido uno que dijo querer un futuro “sin interferencia de la dictadura china”. “No será comprada”, respondió en mayúsculas en referencia al producto que diseña Sinovac.
Y anticipó que el asunto sería aclarado este miércoles. Así ha sido. La desautorización ha sido completada con un anuncio solemne en el que el Ministerio de Salud ha apelado a que “hubo una interpretación errónea de las palabras del ministro de Salud”, según ha afirmado su número dos.
El aludido estaba ausente porque, por si faltara dramatismo en la vida política brasileña, Pazuello suspendió anoche su agenda al sentirse mal. Este miércoles se ha confirmado que padece covid -enfermedad que han sufrido Bolsonaro y buena parte de sus ministros-. Más inquietante es otra de las noticias de última hora del día: la muerte, revelada por el diario O’Globo, de un participante en el ensayo clínico de la vacuna de Oxford, la comprada por el Gobierno federal. El fallecido era un brasileño de 28 que, según fuentes anónimas del diario, no recibió la vacuna experimental sino placebo.
Los ingredientes con los que se ha cocinado esta polémica son muchos y variados. Brasil es uno de los países que más ensayos clínicos de las vacunas acoge, pero eso no ha impedido que comprar una u otra se haya convertido en una vía para situarse en uno u otro bando político.
El Gobierno federal apostó desde el principio por la de Oxford, fabricada por Astra Zeneca en colaboración con un instituto de salud pública de Río de Janeiro llamado Fiocruz. Mientras, el gobernador de São Paulo, João Doria -un adversario de Bolsonaro que antes fue aliado- ha negociado con la china Sinovac, que tiene como socia a una institución médica paulistana llamada Instituto Butantan.
El estado de Paraná es otro de los que se ha sumado a la carrera política por la vacuna. En su caso, ha apostado por la formulación creada en Rusia.
Mientras el Gobierno del estado de São Paulo ha comprado los 46 millones de dosis de la vacuna china de Sinovac que por decisión de Bolsonaro no serán incluidas en el programa brasileño de vacunación, el Gobierno brasileño ha recordado que ya tiene cerrada la adquisición de seis millones de dosis del compuesto de Oxford y Astra Zeneca.
Su plan se completa con unos planes en consonancia con el lema bolsonarista de Brasil, primero, porque incluye la transferencia de tecnología para fabricar localmente 110 millones de dosis más. También Doria quiere llegar a producir la suya en São Paulo. Los optimistas anuncios de que la vacunación comenzaría antes de final de año se han ido atemperando.