Con el fin de desenmarañar las presuntas operaciones irregulares que permitieron al rey Juan Carlos I acumular una fortuna millonaria en el exterior, las justicias suiza y española adelantan diversas investigaciones. Uno de los últimos enigmas por resolver es un terreno a las afueras de Marrakech supuestamente regalado por Mohamed VI y cuya existencia no trascendió hasta julio de 2018, cuando se difundieron las grabaciones del comisario Villarejo a Corinna Larsen. El episodio que rodea a ese trozo de suelo retrata el verdadero trasfondo de las relaciones del Rey emérito con los países árabes a lo largo de su reinado, una diplomacia tejida con favores y regalos que empieza a ver la luz.
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Un dato a considerar es que las relaciones entre España y Marruecos están repletas de altibajos. En 2012 pasaban por una de sus mejores fases, pero había un asunto que inquietaba especialmente a Mohamed VI. En los meses estivales suele instalarse en sus palacios de Rincón y Alhucemas, a orillas del Mediterráneo, y navega y practica otros deportes náuticos en las aguas del Estrecho. Aquel verano llamó al Palacio de la Zarzuela para quejarse de que se había topado con numerosos narcovuelos durante sus paseos en barco y pidió al rey Juan Carlos que hiciera lo que fuera necesario para que esas aeronaves dejaran de molestarle.
Lo cierto es que, en esa época, las organizaciones criminales del Campo de Gibraltar y la Costa del Sol habían intensificado el uso de avionetas y helicópteros para introducir en España grandes cargamentos de droga, imitando el sistema empleado durante décadas por los carteles de Colombia para meter su mercancía en México y Estados Unidos. Las aeronaves aterrizaban en el norte de Marruecos y volvían cargadas hachís hasta el techo. Se desplazaban a escasa altura y de noche, sin luces de navegación, para ser casi indetectables. Despegaban y aterrizaban en cualquier superficie medianamente plana.
Vale destacar que la queja de Mohamed VI surtió efecto. Zarzuela trasladó el enfado al Gobierno de Mariano Rajoy y el Ministerio del Interior montó inmediatamente un dispositivo especial para combatir esa nueva modalidad de narcotráfico. El plan recibió el nombre de operación Búho. Apenas tuvo trascendencia, pero el departamento que entonces dirigía Jorge Fernández Díaz dedicó enormes recursos humanos y materiales a terminar con esos vuelos, según han confirmado a El Confidencial fuentes de Interior. La orden venía de la Jefatura del Estado.
El ministro del PP dio algunas pistas sobre esa operación en una comparecencia en el Congreso en abril de 2013 sobre el resultado de la lucha contra el narcotráfico, aunque prefirió no ser demasiado explícito. “Por aire existen los llamados narcovuelos cuando hablamos de hachís. Son pilotos de fortuna y organizaciones multinacionales de narcotraficantes las que operan, especialmente en las provincias de Sevilla y Cádiz -aunque la presión que estamos realizando está haciendo que se expandan a otros lugares-, con avionetas y helicópteros en vuelos nocturnos a través del estrecho de Gibraltar”, explicó en sede parlamentaria.
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