El lugar en el cual según la tradición murió y resucitó Jesús convergen en el corazón de la Ciudad Vieja de Jerusalén
El Político
Durante los meses de la pandemia el lugar ha estado prácticamente clausurado por las autoridades, debido al peligro de la contaminación. Pero sin embargo se ha mantenido la actividad.
La luz se cuela de nuevo por la puerta del Santo Sepulcro. Después de dos meses de clausura por el coronavirus, los fieles pueden volver a entrar a rezar en el lugar en el que, según la tradición, murió y resucitó Jesús, situado en el corazón de la Ciudad Vieja de Jerusalén. Estos dos meses de encierro han sido especiales para las tres comunidades, católicos y ortodoxos griegos y armenios, que gestionan una basílica en la que, pese a estar la puerta cerrada, no se ha detenido la actividad.
«Ningún día hubo interrupción de oración comunitaria de ninguna de las comunidades que habitamos en el interior, el ritmo de vida fue siempre el mismo y así vivimos también la Semana Santa, sin peregrinos, pero sin interrupciones», asegura el padre Salvador Rosas, que a sus 38 años es el guardián asignado por los católicos al lugar más sagrado para el cristianismo.
Nacido en Guadalajara, México, Salvador ha vivido dos meses de encierro junto a los otros nueve frailes del convento franciscano en el interior de la basílica. «No sufrimos hambre, ni carestía, estuvimos en contacto con nuestros familiares y con los frailes en el exterior, por lo que día a día sentíamos el apoyo espiritual y experimentábamos la ayuda de Dios y la confianza en que esto terminaría», revela el religioso mexicano, que estos días sigue con preocupación las noticias sobre el avance de la pandemia en el continente americano.
En los momentos más severos del encierro les tuvieron que hacer llegar la comida a través de una ventana, la acumulación de basura también supuso un pequeño contratiempo, pero «han sido detalles menores dentro de este momento que nos ha tocado vivir. Este tipo de cosas cambian la historia y no recuerdo nada tan grave desde el ataque contra las Torres Gemelas».
El guardián del Sepulcro no quiere oír hablar de «teorías de la conspiración y mucho menos de castigo de Dios, porque este es un mal creado por el hombre. Debemos reflexionar. Nosotros, como personas de fe, sabemos que es algo transitorio y que tendrá un final, no debemos perder la esperanza».
Sin descanso
La basílica funciona «como un relojito que marca los tiempos a cada comunidad y que hace que siempre haya alguien orando», apunta Salvador para describir el status quo por el que se rige el santo lugar. El «relojito» marca tiempos y espacios y sirve para evitar choques entre las comunidades como los ocurridos en el pasado. En el caso de los católicos, la jornada gira en torno a un eje matutino, en el que se celebra la misa; el vespertino, ocupado por la procesión cotidiana; y el nocturno, protagonizado por la oración de media noche.