El más recomendado por los sicólogos es mantener la rutina y convertirla en el mejor aliado para evitar la claustrofobia. Esta situación la refleja la pelicula Das Boot el Barco,es un largometraje alemán de cine bélico y dramático de 1981, dirigido por Wolfgang Petersen y basado en la novela homónima de Lothar-Günther Buchheim.
El Político
En plena cuarentena por el tristemente popular coronavirus tenemos mucho que aprender de los marinos alemanes que combatieron en la Segunda Guerra Mundial a bordo de los submarinos nazis conocidos como U-Boote y que, hace más de ocho décadas, dejaban a un lado sus diferencias para superar el claustrofóbico confinamiento.
Herbert A. Werner, oficial en cinco sumergibles germanos durante la Segunda Guerra Mundial, escribió en su obra magna, “Ataúdes de acero”: “Llenaba el estrecho tambor de acero un hedor horrible, emanado de muchos cuerpos sudorosos, del combustible, de la grasa lubricante y de los rebosantes recipientes sanitarios”.
El sumergible Tipo VII (el más popular de la Segunda Guerra Mundial) apenas contaba con un piso dividido en varias y minúsculas estancias. La mayor parte, lo bastante angostas como para que los marineros se vieran obligados a caminar en fila india debido a las estrecheces. La palabra para definir aquel ambiente es claustrofóbico.
Escena de la película
El espacio era tan escaso que, como explicó el mismo Werner en su libro, era habitual utilizar uno de los dos retretes de la nave como despensa y que los marineros se valieran del sistema de “camas calientes” (dormir en dos turnos en las literas) para ahorrar unos centímetros vitales.
A esto hay que sumarle la desesperación de permanecer durante semanas lejos de puerto (una parte de ese tiempo, bajo las aguas) para terminar de redondear una suerte de enclaustramiento en el que, como bien señalaban los comandantes de la época, cualquier chispa podía provocar una tensa riña entre dos marineros.
Desde “como hablaba y roncaba uno” hasta, en palabras de Werner, “como bebía su café y se acariciaba la barba el otro”. Todo valía para sulfurar a aquel medio centenar de lobos de mar.
¿Cómo evitar la locura y superar la angustia de saberse en un cascarón en mitad del Atlántico? Los oficiales lo tenían claro: rutina, manejo de la psicología, compañerismo y recompensas (de forma habitual, comida y bebida) especiales para evitar las revueltas.
Para tratar de superar el confinamiento en el cual actualmente están los habitantes de más de 40 países, se pueden seguir algunos de los secretos que tenían los comandantes y demás oficiales de los submarinos nazis.
Mantener una rutina: Entre estos secretos está la rutina. Werner escribió que la clave era mantener una rutina determinada para evitar que los marineros se desquiciaran. El hecho de levantarse y saber que tenían que llevar a cabo varias tareas a lo largo de la jornada les permitía escapar de la claustrofobia y la ansiedad.
Según los testimonios de los marineros supervivientes, tareas tan aburridas en apariencia como la vigilancia interna en la nave les provocaba “una sensación tranquilizadora” y evitaban que cayeran en el tedio, la fatiga o el terror absoluto.
Así pues, las tareas cotidianas se convierten en el mejor aliado de las personas confinadas para evitar la propagación del coronavirus. Los sicólogos explican que la rutina es fundamental porque nos ofrece la posibilidad de sentirnos estables; de saber que tenemos una serie de tareas que cumplir, cada una con sus tiempos.
Esto no sólo nos ayuda a mantener cierto equilibro mental sino que evita que la ansiedad controle nuestra mente. La clave, para ella, es estar siempre ocupados. Y también es importante tratar de seguir un horario como si fuera un día normal.Promover actividades especiales
Aunque además es bueno romper de vez en cuando la rutina para mantener alta la moral, como hacían en los submarinos. Celebrar aunque sea con pedazo de torta un cumpleaños, un aniversario de bodas, de bautizo, de primera comunión, de graduación, etc., y vestirse como si se tuvieran invitados.
Disfrutar de la luz del Sol y del cielo
Respirar aire fresco, contemplar los árboles, mirar los pájaros son actividades que ayudan a la relajación no sólo de la mente sino también del cuerpo.
Los sicólogos advierten que en una situación de aislamiento, es normal que surjan los “precipitantes”: desde tics hasta comportamientos que pueden sacar a una persona de quicio.
“La clave es, en primer lugar, saber identificarlos. Conocer qué reacción se genera en el cuerpo cuando están a mi alrededor (alarmas como calor corporal, tensión en los músculos, nudos en el estómago). Si consigo ver el momento en el que me estoy enfadando, puedo cortar el enfado antes de que llegue la ira, que es su máxima representación”.
Otras posibilidades son, siempre según el criterio de cada quien, buscar una distracción que permita que el foco de la atención no se centre en ese tic o comportamiento molesto.
Fomentar el sentido de equipo
“El grupo deber ir apoyando a aquellos sujetos que se sientan más débiles en un momento determinado. Al haber más personas implicadas, existen más recursos para superar los momentos más difíciles”.
Juego de luces y uso del tiempo libre
En los «U-Boote», hasta el más mínimo detalle servía para colaborar en la cordura. Un ejemplo era que, en su interior, había dos luces. Aunque tenían diferentes funciones, una de ellas era diferenciar entre el día y la noche. Cuando el color rojo tomaba el interior de aquel tubo metálico, era que el sol se había despedido.
Para combatir el aburrimiento por la cuarentena, los especialistas recomiendan poner música, jugar dominó, ajedrez, damas y cualquier juego de mesa o de cartas; hablar con las personas con las cuales se está o por teléfono con familiares y amigos. Hacer ejercicios, leer libros, usar la computadora y el celular para entrar en las redes sociales.
-La figura de autoridad del comandante.
Por último, Fessart considera que la figura del comandante del submarino era básica en aquel pequeño mundo de metal. Pero no para aminorar la tensión, sino para «evitar en la medida de los posible la aparición de tales fenómenos». A su vez, considera que la suya debía ser una autoridad natural. Es decir, que emane de la persona y no del rango.
Los sicólogos señalan que en casos extremos como hallarse bajo los mares con medio centenar de personas o estar en cuarentena solo o con la familia ayuda mucho saber que existen más personas en tu misma situación.
(Con información de ABC)