El gobierno de Jair Bolsonaro está siendo criticado por haber paralizado las políticas de preservación, un tema que se ha convertido en prioritario para la UE, según difundió ElPaís
El Político
Greta Thunberg logró sacar a la calle a millones de escolares y colocar el medio ambiente entre las prioridades de los políticos europeos, mientras Jair Bolsonaro, ya como presidente, confirmaba con nombramientos, decisiones y declaraciones su desinterés por proteger la Amazonia, un bosque tropical esencial para frenar el calentamiento global.
Lo cierto es que Bolsonaro se ha convertido en el villano ambiental del mundo. El sábado emitió una polémica declaración en la que afirmaba que en esa región “solo los veganos, que solo comen vegetales” están preocupados por la cuestión ambiental y ha vuelto a contraponerla a la economía porque en su opinión son incompatibles. “Cuando se acaben las materias primas, ¿de qué vamos a vivir? ¿nos vamos a hacer veganos? ¿Vamos a vivir del medio ambiente?”.
Para Bolsonaro, la prioridad es reforzar el papel de Brasil como potencia agrícola exportadora en vez de preocuparse por el tema ecológico y ambiental. Así lo ha demostrado en los siete meses que lleva en el poder.
En la gestión de Bolsonaro no se han declarado nuevas áreas de protección ambiental ni se han demarcado nuevas reservas de tierras indígenas. Adicional a esto, pretende desvirtuar el Fondo Amazonia (un fondo millonario que impulsó y financia sobre todo Noruega para frenar la deforestación). También ha puesto en duda las cifras oficiales de destrucción de bosques tropicales que elaboran sus propias instituciones y ha acelerado la aprobación de nuevos pesticidas, incluidos algunos con sustancias prohibidas en la Unión Europea.
La directora de campañas de Greenpeace, Tica Minami, dijo que la cuestión ambiental ha recorrido un largo camino en Brasil. Explicó que “en los setenta, con la dictadura, era considerado un obstáculo al progreso económico; en 1992 Brasil acogió la primera conferencia sobre medio ambiente de la ONU y desde entonces, con altibajos, se fue desarrollando una política con un potente paquete legal hasta convertirse en un país líder, en especial en política climática, y hasta el propio sector productivo se convenció de que era bueno” para el negocio.
Durante un desayuno con periodistas de medios extranjeros, Bolsonaro acusó al director del Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE), que elabora gracias a la vigilancia por satélite la estadística más precisa sobre deforestación , de estar al servicio de alguna ONG, cosa que es muy frecuente”,
Gracias a la ley de transparencia, los datos son de dominio público. “Si toda esa devastación de la que me acusan hubiera ocurrido, la Amazonia sería un desierto”, espetó Bolsonaro. “Entiendo la necesidad de preservar, pero la psicosis ambiental se ha acabado conmigo”. Ante el mundo, Brasil aprueba o suspende en función de lo que deforesta.
Las ONG estiman que el discurso presidencial ha envalentonado a madereros y productores agrícolas en la conquista de nuevas tierras, lo que ha incidido negativamente. Adicional a esto, el Gobierno quiere aumentar su influencia y ha eliminado el millonario Fondo Amazonia, un sistema para recompensar los esfuerzos por preservar la Amazonia y la biodiversidad. Si la deforestación pasa de un cierto límite, la aportación europea se paraliza. En una década Noruega, Alemania y Petrobras han destinado 650 millones de euros gestionados y fiscalizados por instituciones brasileñas a un centenar de proyectos. El Gabinete Bolsonaro no ha aprobado ni uno desde enero.
El empeño de Angela Merkel, Emmanuel Macron y de otros homólogos europeos por pedirle cuentas sobre la jungla es un tema álgido para Bolsonaro.
Tras invitar en el G20 a ambos líderes a sobrevolar con él la Amazonia indicó: “Y si encuentran un solo kilómetro cuadrado deforestado entre Manaos y Boa Vista, estaría de acuerdo con ellos”, afirmó en un encuentro con el frente parlamentario agrícola. Es frecuente que el antiguo militar se defienda acusando a los europeos de haber destruido sus propios bosques —“he sobrevolado Europa dos veces y no he visto un kilómetro cuadrado de bosque”— y criticando que ahora vengan a pedir cuentas a los brasileños.
Lamentablemente, Brasil tomó el relevo como villano medioambiental de China. Sus emisiones de CO2 son de 7,5 toneladas por cabeza, frente a las 6,4 de la UE (y las 2,6 de Brasil), de acuerdo con el Banco Mundial. Este país está inmerso en un proceso de industrialización. Por su parte, el gigante asiático logró sacudirse la imagen de gran contaminador al abrazar con entusiasmo el Acuerdo de París.
Con información de: ElPaís