¡Arepa, arepa! ¡Empanada, café, cigarros!, se escucha repetidas veces en la calle principal de Pacaraima; municipio brasileño ubicado al noreste del estado de Roraima, en la frontera con Venezuela. A simple vista son personas distintas, pero con algo en común: “Salimos de Venezuela por la crisis del país. En busca de una menor calidad de vida”.
Se ganan la vida vendiendo cosas en la calle, otros haciendo magia, malabares y algunos han optado por trabajar en los negocios que hay en el lugar. El objetivo: hacer algo de dinero para enviarle a sus familias en Venezuela.
“Durante 15 años trabajé en Petróleos de Venezuela, pero la situación se hizo cada vez más y más apretada, y no tuvimos más opción que renunciar y emigrar. Yo me vine desde Sucre, con mi esposo y mis hijos”, comenta una mujer que tan solo tenía 4 días de haber empezado a trabajar en un comercio de Pacaraima, en Brasil.
Algunos trabajadores venezolanos comentaron que el sueldo mínimo es de 1.200 reais (lo que equivale a cerca de 4.560 bolívares soberanos), pero terminan cobrando casi 400 reais (BsS 1.520) si no tienen la documentación correspondiente, es decir, permiso de trabajo.
Hace un mes se vivieron horas de tensión en las calles de Pacaraima, cuando un grupo de brasileños destruyeron los campamentos improvisados de inmigrantes venezolanos tras la agresión a un comerciante de la localidad durante un robo.
“Eso fue muy feo, nos tocó correr. Muchos perdimos las pertenencias que teníamos. No negamos que haya venezolanos delinquiendo, pero lastimosamente nos juzgan a todos por igual”, comentó María Quiroz. Los venezolanos señalaron que vivieron momentos tensos y aún temen que un hecho así se repita.
Xenofobia
En una de esas calles de Pacaraima trabajan dos adolescentes de 16 y 14 años de edad; son hermanas y se vinieron desde Cumaná, en el estado Sucre, con su mamá, que trabaja en un restaurante del lugar. Ella cobra 400 reais mensuales y señala que para obtener el sueldo que debería corresponderle debe ir hasta Boa Vista –a dos horas y media– para sacar el permiso laboral, “y eso es perder prácticamente un día de trabajo”, comentó Yelimar Rengel.
Señaló que ella tenía un negocio en Cumaná y su esposo trabajaba en el abasto Bicentenario. “Yo tuve que cerrar mi negocio debido a que conseguir los alimentos se hizo cada vez más difícil y a mi esposo lo liquidaron, así que nos vimos en la necesidad de emigrar”, añadió la mujer de 37 años. Ella y sus dos hijas residen en una vivienda humilde que alquilaron a las afueras de Pacaraima; mientras caminaban a su casa tras su jornada laboral –las adolescentes venden arepas a 2 reais cada una–, dos mujeres les gritaban: “Eles não são brasileiros” –“ellas no son brasileñas”–. Las jóvenes admitieron que no es la primera vez que les gritaban cosas así, o eran señaladas como “venecas”.
Mientras el equipo reporteril de El Nacional estuvo en la zona fronteriza, un venezolano fue detenido por la policía brasileña tras robar dos comercios. Un hombre comentaba algo molesto: “Como é venezuelano a polícia cuida disso para que não o linchem. Certamente, se fosse brasileiro, a questão sería diferente”, es decir, “como es venezolano la policía lo cuida para que no lo linchen. De seguro si fuera brasileño la cuestión sería distinta”.
Constantemente las autoridades patrullan las calles de Pacaraima, a fin de evitar algún hecho de violencia. En un censo realizado en diciembre de 2017 en Pacaraima había 10.443 habitantes, pero fuentes ligadas a la prefectura aseguran que actualmente la cifra ascendió hasta en 4.000 personas más.
Ayuda
Jesús Boadilla es el párroco de Pacaraima, el primer pueblo de Brasil llegando desde Venezuela, y desde las 5:00 hasta las 7:00 am lleva a cabo algo denominado el Café Fraterno.
En la actividad entregan pan y café a los más de 500 venezolanos que día tras día van hasta el lugar. “Antes de los hechos de violencia que se registraron el mes pasado, entregábamos unos 1.600 desayunos, después de eso ha bajado a 1.200. Varios venezolanos se fueron de Pacaraima por miedo a que se repita algo como eso”.
Boadilla también señaló que diariamente atienden a cerca de 200 niños indígenas waraos, a los cuales les imparten materias como Matemática y Castellano, entre otras. A pesar de su labor, el padre Jesús no es una figura querida por todos; especialmente entre muchos brasileños de Pacaraima: “Me reclaman la ayuda que le doy a los venezolanos”.
El sacerdote señaló que muchos de los venezolanos que ha visto pasar por su iglesia llegan “con una mano adelante y otra atrás”, pero admira “la esperanza con la que emprenden estos viajes. Tienen mucha esperanza”.
La Gobernación del estado Bolívar informó que en las últimas semanas más de 2.000 venezolanos han cruzado en diferentes oportunidades la frontera de la entidad desde el estado brasilero de Roraima.
“El pasado fin de semana, el gobernador del estado Bolívar junto a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana recibió y brindó atención a 63 connacionales repatriados de la ciudad brasileña de Boa Vista de manera voluntaria –26 hombres, 18 mujeres y 17 niños–”, señalaron.
Pero en las calles de Pacaraima sigue habiendo muchos venezolanos, entre ellos una mujer que se mudó desde Puerto La Cruz, con su esposo, hija y nieto: “¿Cómo nos regresamos a Venezuela sin nada? Tenemos que seguir trabajando; acá al menos conseguimos para comer, pero allá ni para eso teníamos”.
Trocadores
Estos hombres y mujeres se ven en cuanto se llega a La Línea –límite entre Venezuela y Brasil– así como en Santa Elena de Uairén y Pacaraima: son casas de cambio ambulantes. Se encargan de cambiar reais por bolívares o dólares y viceversa. Para este viaje –realizado hace dos semanas– el cambio estaba en 3,8 bolívares soberanos.
Los trocadores no tienen problema con el efectivo, en sus manos y bolsos llevan grandes cantidades de billetes tanto del antiguo como del nuevo cono monetario. No dan mayores explicaciones de cómo los consiguen, solo señalan que ganan 10% por cada transacción de canje.
Fuente: El Nacional