No es culpa de una sequía ni del cambio climático. Las ideas equivocadas propias del socialismo, los prejuicios y la ignorancia llevados a la práctica por el chavismo han dado como secuela un país con las mayores reservas mundiales de petróleo que cada vez produce menos petróleo y con abundantes recursos hídricos pero cada vez con menos agua potable para los habitantes.
Pedro Benítez / ALN
Desde hace meses las principales ciudades de Venezuela padecen un severo racionamiento de agua potable. No es culpa de una sequía o del cambio climático. Cualquier visitante ocasional de Caracas, por ejemplo, podrá constatar el deterioro de buena parte de la vialidad consecuencia de innumerables botes de aguas limpias. Son fugas producto de averías en las tuberías que la empresa estatal responsable (Hidrocapital) no es capaz de reparar.
Esto ha llevado a vecinos de la ciudad a recoger con baldes el agua de las copiosas lluvias que por estos días son comunes. Es decir, en una zona urbana moderna los habitantes apuestan a cubrir parte de una de las necesidades básicas gracias al azar de los fenómenos meteorológicos.
Este no es un hecho aislado u ocasional. En los barrios más pobres de las grandes ciudades es una actividad muy común llenar de esa manera los tanques donde las familias almacenan el agua, con los riesgos sanitarios que eso implica.
Los más afortunados económicamente gastan enormes sumas de dinero todas las semanas en camiones cisterna para tener el privilegio de acceder al vital líquido. Los que no cuentan con esa alternativa (la inmensa mayoría) sólo les toca protestar, llenarse de paciencia y esperar por la fuerza de la naturaleza o que por cuestiones del azar Hidrocapital bombee agua a sus zonas.
Lo insólito es que Venezuela no está padeciendo una prolongada sequía que justifique esta crisis. Tampoco esta se debe a la ubicación geográfica. De hecho, el país tiene una privilegiada riqueza hidrográfica. Varios de los más caudalosos ríos de Suramérica, como el Orinoco, el Apure y el Caroní, cruzan su territorio.
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