Llegó la emergencia petrolera a Venezuela. PDVSA puede. No. La estatal petrolera se encamina hacia el colapso. Y con el derrumbe una consecuencia: que a Venezuela, debido al cambio del patrón energético mundial, ya no le alcance el tiempo para seguir siendo una potencia petrolera. Este es otro milagro del chavismo en el poder. Un caso insólito.
La más reciente genialidad del presidente de Petróleos de Venezuela, PDVSA, no tiene antecedentes en la historia de corporación alguna. El plan del general Manuel Quevedo consiste en apoyarse en la “muchachada” con el fin de recuperar la producción petrolera. El general Quevedo lleva poco más de seis meses al frente de la empresa estatal. Y cuando habla de la “muchachada” se refiere a la “juventud petrolera”. A la juventud revolucionaria que labora en PDVSA. Y esto recuerda a la Joven Guardia soviética. Al voluntariado cubano para la zafra de caña de azúcar. A los pioneros. Inclusive a los boy scouts. ¿Así se recupera una compañía? A los soviéticos ni a los cubanos les funcionó. Y con seguridad el general Quevedo sabe que en este caso tampoco funcionará. Pero importa la consigna. Y decirle a Nicolás Maduro: Comandante en Jefe, ya la juventud petrolera está desplegada por todo el país, por todas las gerencias, por todos los campos, y vamos a recuperar PDVSA, vamos a recuperar la producción, vamos a rescatar nuestra PDVSA socialista y chavista.
PDVSA antes de que el chavismo llegara al poder, era la quinta petrolera del mundo. La primera de América Latina. Y era un poder dentro de la OPEP. Hoy, Venezuelaes un productor marginal, en camino de extraer tanto petróleo como Colombia, país que hace una década no figuraba en el mapa geopolítico de la industria. PDVSA el futuro no lo tiene fácil. Durante la gestión del general Quevedo, la producción se ha derrumbado de 1,8 a 1,3 millones de barriles diarios. El pronóstico de los expertos es que al término de 2018 se ubique en un millón. Pero un millón de barriles diarios es el incremento que solicitó Nicolás Maduro como meta urgente al designar a Quevedo en noviembre de 2017. Se lo volvió a pedir a comienzos de mayo. Y sin embargo, todo ha marchado al revés. Y el colapso de PDVSA puede llegar antes. De hecho, en la empresa lo saben. Y apuran el paso.
Hace 5 años, Nicolás Maduro recibió una PDVSA produciendo alrededor de 2,5 millones de barriles diarios. Y Hugo Chávez la recibió en 1999 en 3,7 millones. Rafael Ramírez fue presidente de la corporación por 10 años.
Era uno de los preferidos de Chávez. Así que contando a Ramírez, en el periodo de Maduro se han sucedido 4 presidentes en PDVSA: Eulogio del Pino, Nelson Martínez y ahora Quevedo. De todos, el que menos conoce del negocio es el general. Del Pino y Martínez hicieron carrera en PDVSA. Ramírez llegó por decisión política, igual que Quevedo. Del Pino y Martínez están presos en la cárcel política de Maduro, señalados de hechos de corrupción. Y Ramírez se esconde en un lugar de Europa, pues purgado por Maduro del anillo del poder, ahora se le acusa de formar parte de la mafia que destruyó a PDVSA y que movió de manera ilegal al menos 4.500 millones de dólares en lo que la Fiscalía madurista llama la mafia de Andorra.
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Quevedo llega al cargo como otra cuota de poder para los militares. En este caso para la Guardia Nacional, el componente de la Fuerza Armada que ha reprimido en el periodo de Maduro las protestas de calle con un saldo, desde 2014 y hasta el 2017, de casi 200 muertos, miles de heridos y cientos de presos políticos. La Guardia Nacional es una maquinaria de represión y es el cuerpo al que Maduro mejor atiende.
PDVSA es una empresa que ya no paga a los proveedores. Que no sirve los intereses de una docena de bonos de la deuda. Que confronta a los socios. Que casi no refina. Que importa insumos y aditivos para fabricar gasolina. Que importa crudo liviano. Que no invierte en exploración. Cuya producción ha caído a nivel de los años 40. Y esta realidad pone en peligro las exportaciones, pues, de hecho, ahora sólo con un gran esfuerzo puede atender las compras de Citgo, su propia filial en Estados Unidos. Inclusive es probable que el país abandone la OPEP, el bloque petrolero del cual Venezuela fue fundador y factor político de primer orden. Aun así, el general Quevedo anuncia “avances”. Y anuncia el plan de la muchachada. Dice que son ingenieros. Nuevos. Preparados en India y en Rusia. Ingenieros que han sido colocados al lado de los gerentes. Y esa juventud, le dice a Maduro, está extendida por la geografía petrolera. Es una juventud vigilante.
Pese a lo que dice Quevedo, hay que tener en claro que la “muchachada” nada tiene que ver con los 20.000 técnicos y gerentes que Chávez despidió de la empresa cuando estos decidieron convocar a una huelga en 2002 en respuesta a la politización de la que era objeto la compañía. Desde entonces, PDVSA se quedó sin talento. Sin tecnocracia. Sin esquemas de selección de personal. Sin estrategas. Sin planificadores. Sin abogados de primera línea. Y así fue penetrada por la política. Por la burocracia. Pasó de 38.000 empleados a casi 150.000. Fue penetrada por la corrupción. Por los negociados. Con la PDVSA de Hugo Chávez se hicieron grandes fortunas Como la de Diego Salazar, primo de Rafael Ramírez, quien manejó las pólizas de seguros y reaseguros por espacio de 10 años con sobreprecio de 200 millones de dólares al año, según consta en un informe elaborado por la propia empresa. Como la de Wilmer Ruperti, a quien Chávez le entregó las rutas de los tanqueros en 2003 y ya en 2008, según él mismo me confesó, poseía una fortuna de 1.600 millones de dólares. Como la de Roberto Rincón, un empresario que confesó ante un tribunal en Houston haber pagado más de mil millones de dólares en sobornos. Salazar está detenido en la cárcel política de Maduro. Ruperti es aliado de Maduro. Y Rincón sigue bajo investigación.
Pese a lo que dice Quevedo, hay que tener en claro que la “muchachada” nada tiene que ver con los 20.000 técnicos y gerentes que Chávez despidió de la empresa cuando estos decidieron convocar a una huelga en 2002 en respuesta a la politización de la que era objeto la compañía. Desde entonces, PDVSA se quedó sin talento. Sin tecnocracia. Sin esquemas de selección de personal. Sin estrategas. Sin planificadores. Sin abogados de primera línea. Y así fue penetrada por la política. Por la burocracia. Pasó de 38.000 empleados a casi 150.000. Fue penetrada por la corrupción. Por los negociados. Con la PDVSA de Hugo Chávez se hicieron grandes fortunas . Como la de Diego Salazar, primo de Rafael Ramírez, quien manejó las pólizas de seguros y reaseguros por espacio de 10 años con sobreprecio de 200 millones de dólares al año, según consta en un informe elaborado por la propia empresa. Como la de Wilmer Ruperti, a quien Chávez le entregó las rutas de los tanqueros en 2003 y ya en 2008, según él mismo me confesó, poseía una fortuna de 1.600 millones de dólares. Como la de Roberto Rincón, un empresario que confesó ante un tribunal en Houston haber pagado más de mil millones de dólares en sobornos. Salazar está detenido en la cárcel política de Maduro. Ruperti es aliado de Maduro. Y Rincón sigue bajo investigación.
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