Todo empezó con una sugerencia durante una cena. Siguió con una búsqueda en Google y con la acelerada firma del testamento. Y terminó con un mojito acariciado por una templada brisa marina.
Rosemary y William Dunkley están lejos de su casa en el sur de Inglaterra. Son jubilados y pese a su avanzada edad decidieron emprender una aventura: hacer turismo en Venezuela.
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— El Político (@elpoliticonews) March 14, 2018
Se están bebiendo el que quizás sea el mojito más barato de sus dilatadas vidas en la terraza de un apacible bar-restaurante en el archipiélago de Los Roques, en el Caribe, al norte de la costa de Venezuela.
Es uno de esos lugares idílicos de arena blanca y aguas ultraturquesas que uno casi no se explica que esté tan vacío.
Los Dunkley son los únicos clientes de la terraza en una noche de final de febrero.
“¿Los Roques? No lo habíamos escuchado nunca”, me dice Rosemary con su académico acento británico a diez metros de la orilla de un mar tranquilo que apenas mece las barcas blancas.
Los Dunkley son un acomodado matrimonio jubilado que tras una vida de trabajo disfruta de la tercera edad para viajar y conocer mundo.
Buscaban un nuevo destino cuando hace varios meses una amiga en una cena les lanzó una sugerencia: “¿Por qué no van a Los Roques, en Venezuela? Es hermoso”.
Hicieron una rápida consulta en Google. Y enseguida se convencieron.
“Queríamos algo que no fuera muy turístico”, me dice William, que como aficionado a la pesca encontró un destino ideal.
“Es increíble, una burbuja sin explotar. Estamos sorprendidos de que haya tan poca gente”, agrega, encantado de haber tomado la decisión de venir.
El testamento
A sus hijos, sin embargo, no les sonó bien eso de que sus ancianos padres se marcharan a Venezuela, un país que aparece en los medios siempre por noticias preocupantes. El Ministerio de Exteriores del Reino Unido recomienda viajar al país sólo si es necesario.
“Estaban un poco preocupados, así que decidimos dejar hecho nuestro testamento”, afirma Rosemary con una sonrisa.
“¿Firmar el testamento antes de venir a Venezuela?”, pregunto sorprendido.
“Sé que suena ridículo, pero es cierto”, asegura William, riéndose un poco de sí mismo y de esos hijos que a cierta edad se convierten en padres controladores de sus propios progenitores.
El matrimonio voló vía París a la temida Caracas, una de las ciudades más violentas del mundo.
“No nos sentimos en peligro para nada”, afirman tras pasar apenas una noche de hotel cerca del aeropuerto antes de volar al día siguiente durante media hora hasta Gran Roque, el único de los 42 cayos del archipiélago que está habitado.