El Político.- Luego de que el Consejo Nacional Electoral (CNE) fuese señalado de fraudulento, los venezolanos mantienen la desconfianza bastante alta. Y es que a escasas semanas de que unas nuevas elecciones se realicen en el país, la abstención y los desánimos lideran las encuestas.
Votar o no votar, es un derecho político pero también se ha convertido por el mismo Gobierno “en el mecanismo de burla”. Tras las elecciones vividas en el país el 15 de octubre, los electores se debaten entre la disyuntiva de participar o no en los comicios municipales pautados para el 10 de diciembre. Los ciudadanos deben elegir a la máxima autoridad en 335 municipios del país.
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— El Político (@elpoliticonews) November 10, 2017
El tema de votar o no, es bastante complicado, porque es un derecho político y para Oswaldo Ramírez, director de la firma ORC Consultores, los derechos se pueden ejercer o no ejercer. “La gente que tiene su gen demócrata muy claramente siempre va a decidir votar ante cualquier circunstancia, no importa cuál. Mientras que los demás van a decir no tengo las condiciones para ir a votar, las condiciones para ejercer mi derecho porque esas condiciones están vulneradas”.
La Constitución de la República establece ese derecho. En el artículo 62 dicta que “Todos los ciudadanos y ciudadanas tienen el derecho de participar libremente en los asuntos públicos, directamente o por medio de sus representantes elegidos o elegidas… Es obligación del Estado y deber de la sociedad facilitar la generación de las condiciones más favorables para su práctica”. En el artículo 63 estipula que “El sufragio es un derecho. Se ejercerá mediante votaciones libres, universales, directas y secretas. La ley garantizará el principio de la personalización del sufragio y la representación proporcional”.
Ramírez explica que las elecciones deben tener cuatro características: libres, justas, transparentes y que cuenten con observación nacional e internacional independiente. “Eso es lo que la gente espera”.
Sin embargo, señala que el problema es cuando “hábilmente” el Gobierno logra sacar de la cultura política el valor del voto, como instrumento de cambio y lo usa como una herramienta para crear conflicto.
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