Las sanciones impuestas por Estados Unidos a PDVSA, y que impiden a empresas y consorcios negociar con la petrolera venezolana, y la decisión de la empresa Reliance de la India que limita sus importaciones desde Venezuela, dejan al país suramericano prácticamente en manos de rusos y chinos.
Apolinar Martínez/El Político
Hoy es un día trascendente no solamente para el petróleo venezolano, sino para el régimen de Nicolás Maduro y para la colectividad venezolana en general.
Hoy se vence el plazo que dio EUA a empresas y consorcios para finiquitar su relación con la petrolera venezolana PDVSA o exponerse a ser sancionados por el gobierno de Donald Trump.
El asunto es grave, porque se habla nada menos que de 500 mil barriles diarios de petróleo que Venezuela exporta a distintos socios en Norteamerica. Y al mismo tiempo PDVSA se ve precisada a conseguir, de cualquier parte 150 mil barriles diarios de crudo liviano para refinar el petróleo pesado venezolano. Un verdadero drama.
Hacia dónde correr
Nicolás Maduro ha formado una alianza grande con Rusia, ha mudado a Moscú la filial de PDVSA que mantenía en Portugal, y anunciado que entregará a la rusa Rosneft el petróleo que Venezuela debe entregar en distintas latitudes. Pero ello no será una tarea sencilla, dada la cantidad de dificultades logísticas que deberán superarse para trasladar una cifra tan grande de crudo.
Analistas consideran que en lo inmediato a PDVSA se le “quedarían fríos”, unos 200 mil barriles diarios, mientras Rusia y China puedan ponerse al día.
Para Venezuela, en medio de una crisis pavorosa, y dependiendo en un 75% de la exportación petrolera las perspectivas son pavorosas.
Futuro sombrío para la población
Pero si para Maduro y su claque resulta difícil encarar la situación, para el pueblo venezolano es aterrador.
Con una hiperinflación que el Fondo Monetario Internacional pronostica en 10.000000% al final del año, con un aumento de los precios de alimentos y productos, que se multiplican en segundos, y con una escasez de bienes escandalosa, el futuro del venezolano es demasiado sombrío como para esperar soluciones mágicas. O se alza y provoca un estallido de impredecibles consecuencias o se resigna a morir lentamente.